David Cameron

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Decía David Cameron que “la fe es un don que se debe abrazar, no un problema que se tenga que superar”…”.

El premier del Reino Unido escribió hace un par de años, en la tercera del diario ABC, unas palabras que resultan, por demás, adecuadas para una seria reflexión. Decía David Cameron que “la fe es un don que se debe abrazar, no un problema que se tenga que superar”.

Qué duda cabe de que la aceptación de la revelación de Dios es uno los temas más importantes y sugerentes del momento actual. El discurso religioso no ha desaparecido, aunque se pretenda soslayarlo o utilizarlo como denuesto contra las religiones.

Es así de cierto: la fe es un regalo que llega con la aceptación de lo que Dios ha dicho de sí mismo. De esa carta personalizada que Dios envía a todos los hombres y mujeres del mundo, con dirección y señas bien definidas, Dios nos ha hablado de una manera elocuente y clara, sobre todo en la vida y en la palabra de Cristo. Abrazar la fe es abrazar a Jesucristo.

Cuando se quiere soslayar lo religioso –mucho peor si lo que se pretende es borrar todas las huellas que hablen de lo trascendente–, los hombres y mujeres de este mundo quedan privados no solo de un principio y horizonte que dé sentido a su vida, sino completamente desarmados a la hora de establecer unas relaciones sociales presididas por normas imprescindibles de conducta moral.

Hay un derecho llamado natural. Algo así como lo que está metido en las entrañas de la naturaleza humana. Es anterior a cualquier tipo de codificación. Pues también hay un inmenso deseo de elevación para comprender y para vivir. El hombre se esfuerza en buscar lejos lo que está tan cerca de su propia vida. En Dios vive, se mueve, existe. Así lo decía san Pablo. Más que discutir con Dios, hay que dejarse abrazar por Él. Dejarse reconciliar y estar dispuesto a aceptar su amistad y su ayuda.

Abrazar la fe, aceptar la revelación de Dios en nada empeña la libertad de la persona, sino que agranda las alas para poder volar mucho más allá de las limitaciones que ponen los sentidos.

Por otro lado, esa fe no exime de responsabilidades, sino que es estímulo y motivación para vivir en coherencia moral. Dios no esclaviza, sino que libera de tantas oscuridades y de esa tozudez, muchas veces revestida de un intelectualismo reduccionista del conocimiento. Siempre hay una luz más allá de las que uno ha tenido entre las manos.

Decía Benedicto XVI: “Al entrar en el terreno de la fe, en la ‘tierra de la fe’, encontramos también con frecuencia una vida oscura, dura, difícil, una siembra con lágrimas, pero seguros de que la luz de Cristo nos dará, al final, realmente, la gran cosecha. Y tenemos que aprender esto incluso en las noches oscuras; no olvidar que la luz existe, que Dios ya está en medio de nuestra vida y que podemos sembrar con la gran confianza de que el ‘sí’ de Dios es más fuerte que todos nosotros” (Audiencia, 12-10-2011).

En el nº 2.791 de Vida Nueva.

Compartir