Dar ‘razón’ de la esperanza

Jose Miguel NunezJOSÉ MIGUEL NÚÑEZ, SDB

“A veces no encontramos con quien dialogar, aunque en muchas ocasiones hay espacio para la conversación y para la escucha. Percibimos más silencios que preguntas; más desconcierto que deseo de respuestas. En cualquier caso, hay siempre una oportunidad”


“Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a aquellos que os la pidan” (1 Pe 3, 15). El Autor de la Primera Carta de Pedro exhorta a la comunidad cristiana, en un mundo pagano, a dialogar con los hombres y mujeres de su tiempo para anunciar a Cristo con convicción, sin violencia ni estridencias, con capacidad de empatía y desde el respeto al interlocutor.

En la Iglesia hemos de recuperar este espíritu. Las trincheras nunca fueron lugar evangélico. Tampoco lo son las barricadas o las murallas. Mucho menos la imposición o la fuerza. Solo la apertura y el diálogo respetando a quien no piensa o vive como nosotros nos hace verdaderamente creíbles.

En tiempos de complejidad cultural, muchos cristianos no nos resignamos a vivir parapetados y a la defensiva, pero tampoco deseamos hacer ninguna cruzada para reconquistar viejos territorios. Nuestra desnudez nos conduce más bien por los senderos de una búsqueda humilde y esperanzada. En la marcha encontramos interlocutores con los que poder compartir el camino, también fatigoso para los que sienten nostalgia de lo eterno o simplemente anhelan una realidad diferente.

A veces no encontramos con quien dialogar, aunque en muchas ocasiones hay espacio para la conversación y para la escucha. Percibimos más silencios que preguntas; más desconcierto que deseo de respuestas. En cualquier caso, hay siempre una oportunidad para el encuentro y el anuncio.

Nuestro mundo se ha convertido en un gran atrio de los gentiles. Como en París, la metáfora del diálogo con los no creyentes, nuestras calles y plazas son hoy una gran encrucijada en la que los cristianos estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza. Sin parapetos. Sin fundamentalismos. Solo con la audacia de la fe que busca nuevos espacios para re-proponerse con humildad y en libertad.

En el nº 2.751 de Vida Nueva.

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