Cuaresma: globalización de la misericordia

Silvia Rozas, Hija de Jesús

Silvia Rozas, Hija de JesúsSILVIA ROZAS | Hija de Jesús

Quienes tenemos costumbre de levantarnos con las noticias de la radio o de Twitter corremos el peligro de padecer del corazón, nos arriesgamos a comenzar la jornada con cierto desánimo y hasta puede ser que caminemos anestesiados ante tantas desgracias. Mientras los políticos discuten entre ellos e intentan vender discursos que ya pocos nos creemos, en nuestras calles hombres y mujeres intentan vivir dignamente y sobreponerse al desaliento.

Cuaresma es un buen momento para parar y abrir los ojos pisando el asfalto y mirando a quienes tenemos cerca, con sus alegrías y sus problemas. El papa Francisco indica en su mensaje de Cuaresma que la actitud egoísta ha llegado hasta tal punto que podemos hablar de la globalización de la indiferencia. Por eso es un buen momento para parar, mirar a los ojos y construir la globalización de la misericordia.

Tiempo de parar, para “re-parar”, como invita la campaña de los dehonianos. Porque vamos demasiado rápido para poder procesar lo que vemos, oímos y sentimos y porque con tanta prisa olvidamos para Quién son nuestros pasos. Y en este parar, podríamos sentir de nuevo nuestro lazo profundo con Jesús de Nazaret, descubrir una vez más que vivimos en comunidad eclesial y religiosa porque nos une un mismo amor fraterno.

Tiempo de parar para volver al amor primero y sentir que la ansiedad social y personal no nos permite experimentar que Dios nos ama y que lo hace a través de personas y circunstancias.

Tiempo de mirar a los ojos para asumir que el dolor personal no le es ajeno al Dios de la Vida. En ese mirar alrededor podemos poner nombre a tantos inmigrantes que mueren intentando buscar una vida más digna; encontrarnos con la mirada de quienes en el autobús bajan los ojos con tristeza buscando alguna solución tras el desahucio.

También podemos apagar los televisores de nuestras comunidades y escucharnos desde el corazón, abrir las puertas y ventanas de nuestras casas para que el aire fresco y renovado nos levante, nos cuestione y nos revitalice. Al mirar a los ojos, podemos descubrir el dolor de tantas personas y ya no ser indiferentes. Eso sí, está garantizado que nuestro corazón se desgarre con fuerza, pero solo así nos podemos identificar con Jesús y vivir como Él vivió.

Tiempo de construir la globalización de la misericordia. Al volver a Dios y mirar a los ojos, no podemos ser ya indiferentes. Es necesario que rostros y nombres del sufrimiento nos movilicen y así pasar de la indiferencia a la misericordia. A veces se concreta en el tiempo de calidad comunitario, en la ayuda gratuita, en escuchar al mago que entra en el metro deseando una moneda, en dialogar con la rumana que está a la puerta de la panadería, en denunciar una y mil veces los engaños de nuestros gobernantes ante la política migratoria…

La misericordia de Dios busca encontrar la luz que cada uno llevamos dentro y que no vemos por la prisa que llevamos. Entonces, podremos escuchar y ayudar a otros a escuchar esas palabras que Dios nos dirige y que recoge la campaña publicitaria de la Fundación Carmen de Noriega: “Tengo ganas de ti”.

En el nº 2.930 de Vida Nueva

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