Conquista del cielo, olvido del suelo

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Hay un libro de Muñoz Molina que recoge el ruido, el sabor y el olor de una España que aún soñaba y se emocionaba en las postrimerías de los sesenta. El viento de la luna es la descripción del alma de un pueblo que contempla cómo el hombre pisaba por vez primera la luna aquel 20 de julio de 1969. Entre comentarios incrédulos de los más viejos, un destello de luz llegaba del televisor en blanco y negro rompiendo la oscuridad de la noche, al hilo de la voz de Jesús Hermida. Se conquistaba el cielo mientras en muchos rincones del suelo, el hambre y la guerra hacían sus destrozos. A los pocos días, un Papa pisaba por primera vez un mundo desconocido para muchos, África, el continente lacerado en donde el hambre, la miseria y las guerras tribales mermaban la población. Pablo VI mismo les preguntaba a los astronautas: “Toda esta eficiencia de la acción humana, ¿es siempre para su beneficio? ¿Hace más bueno al hombre? Todo depende aún del corazón del hombre”, decía el papa Montini. Cuarenta años después, la luna sigue en su soledad y también siguen las grietas de dolor en la tierra y se sigue luchando por la conquista de un mundo de dignidad y de justicia; un mundo de paz y de igualdad. Es un sueño al que no puede renunciar la Humanidad. Si tanta eficacia de la condición humana no nos lleva a ser mejores, a mejorar la especie, y si no hace más bueno al hombre, de nada sirve. Hoy, como hace cuarenta años, hemos conquistado el cielo, pero nos hemos olvidado del suelo. La luna fue un sueño, como tantos otros. Hace falta soñar despiertos. No nos puede faltar la luna.

Publicado en el nº 2.670 de Vida Nueva (del 25 al 31 de julio de 2009).

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