Con verdad y libertad

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“El neopopulismo no sabe de democracias ni de opiniones diferentes. Se ha instalado en el llamado pensamiento único, en el que, ciertamente, no tienen cabida las ideas del contrario…”.

En aquella reunión internacional en la que se trataban asuntos de palpitante actualidad, uno de los participantes sorprendió a todos cuando propuso que teníamos que unirnos para pedir a Benedicto XVI una encíclica sobre la libertad. Incluso se ofrecía el título para la nueva carta pontificia: Evangelium libertatis. Igual que Juan Pablo II había publicado la exhortación Evangelium vitae, que Benedicto XVI nos hiciera el regalo de su magisterio sobre la libertad.

Preocupa, y mucho, que a las personas se les mueva como a los muñecos de los títeres, que saltan conforme a las intenciones que otros pueden tener para entretener, seducir y enajenar a la sociedad. Que el llamado neopopulismo intente secuestrar voluntades es más que una sospecha. Y si determinados medios de comunicación caen en manos desaprensivas, ustedes oirán y verán únicamente aquello que se le quiera vender. La verdadera libertad huye de la seducción interesada y de la captación fraudulenta de voluntades.

El neopopulismo no sabe de democracias ni de opiniones diferentes. Se ha instalado en el llamado pensamiento único, en el que, ciertamente, no tienen cabida las ideas del contrario. Se prescinde de la persona, se controla la educación, la confrontación sustituye a la convivencia pacífica, el bien común queda secuestrado por los intereses partidistas, se anula la participación democrática, la libertad religiosa se ve como una posible amenaza, desaparecen los principios de corresponsabilidad y de subsidiaridad…

Justo es decir que en la Doctrina Social de la Iglesia tenemos un inapreciable magisterio sobre el tema del respeto a los derechos humanos, el bien común, la responsabilidad social, la libertad religiosa, la conciencia moral, el derecho a la participación, etc.

La ignorancia y el desconocimiento esclavizan, causan inseguridad y miedo. Unida a la libertad está la verdad. Solamente abrazándola se puede orientar la conducta del hombre para buscar lo justo, el bien. De quien desea ser testigo de la verdad y, por lo tanto, mensajero de la libertad. Viviendo en coherencia, de pensamiento y de conducta, con la verdad a la que se adhiere.

El testigo de la libertad se acerca a la verdad, es un verdadero reconciliador consigo mismo, con el mundo y los hombres que en él viven, con Dios.

El testimonio no puede reducirse a una explicación de conceptos, a unos razonamientos lógicos, a una descripción de hechos acontecidos. Si el testimonio es un lenguaje, los signos con los que se exprese deben ser reconocibles por aquellos que los escuchan. Es necesaria la actualización del lenguaje y el diálogo con la cultura en la que viven los hombres. Solamente con el testimonio del hombre liberado en la verdad de Cristo se puede ser testigo creíble de la libertad.

Decía Benedicto XVI: “La libertad religiosa es ciertamente un derecho humano fundamental; y tengo la ferviente esperanza y elevo mi oración para que se respeten todos los derechos inalienables y la dignidad de todo hombre y mujer se consolide cada vez más, no solo en Oriente Medios sino en todas las partes del mundo” (Aeropuerto de Ammán, 8-5-2009).

En el nº 2.810 de Vida Nueva.

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