Cómo afectará el Proceso de Bolonia a las universidades católicas

(Vida Nueva) Inmersa la universidad europea en pleno Proceso de Bolonia, que pretende coordinar la enseñanza superior en todo el continente nos preguntamos: ¿Está lista la Universidad Católica para incorporarse al Espacio Europeo de Estudios Superiores? Las respuestas llegan de la mano de un profesor universitario y del responsable del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Universidades de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Valores y calidad de la enseñanza superior

(José-Román Flecha Andrés– Profesor de Teología Moral de la Universidad Pontificia de Salamanca) Ya los padres fundadores se preguntaban si el proceso conducente a la Unión Europea no debería haber comenzado por la enseñanza. Los pueblos dejan de verse como enemigos cuando comparten los ideales y los valores que la educación puede transmitir.

Pues bien, la Declaración de Bolonia (1999) ha dado origen a un movimiento llamado a coordinar la enseñanza superior en Europa. Las metas que se ha marcado el denominado Proceso de Bolonia incluyen y exigen de alguna manera las estrategias necesarias para su implementación:

  • Adoptar una estructura de tres ciclos (Bachelor o Grado, Master y Doctorado) para la enseñanza superior.
  • Introducir el sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos (ECTS), con el fin de facilitar el tránsito de los estudiantes dentro del área.
  • Introducir el Suplemento al Diploma, para que sea fácilmente comprensible el contenido y la calidad que corresponde al título académico.
  • Reconocer y certificar los títulos obtenidos por los alumnos, de forma que puedan ser más fácilmente homologados.
  • Garantizar la calidad de la enseñanza superior, por medio de la verificación interna y externa.

Considero que el Proceso de Bolonia ha sido muy beneficioso para las universidades europeas. Aunque ha de estar concluido en el año 2010, muchos países van ajustando a él sus estructuras de enseñanza superior. Desde ese punto de vista, ya ha dado muchos e importantes frutos. De entre ellos, se pueden subrayar, al menos cuatro logros importantes:

1. (Anterior a la Declaración de Bolonia) Facilitar a los alumnos la movilidad y el paso a otras universidades, con lo que se ha favorecido una cierta ósmosis de conocimientos y de métodos científicos.

2. La revisión de los estudios superiores de cada nación con el fin de alcanzar el estándar de calidad necesario.

3. La adopción del sistema de créditos, que ha exigido un notable cambio de mentalidad en la comprensión y organización de los métodos de enseñanza y aprendizaje.

4. El interés por presentar el Espacio de la Enseñanza Superior Europea como realmente atractivo para los estudiantes procedentes de otras naciones y otras culturas.

Muchos se preguntan cómo puede afectar el Proceso a las Universidades Católicas. En principio, creo que las ayudará a sentirse cada vez más integradas en el Espacio de la Educación Superior Europea. Lo cual no quiere decir que muchas no lo estuvieran ya. Que la próxima cumbre vaya a tener lugar en la Universidad Católica de Lovaina es ya muy significativo.

Tal vez la pregunta más importante sea exactamente la contraria: ¿Cómo el sistema universitario católico puede influir en las universidades europeas en un momento marcado por el secularismo? Como se sabe, la Santa Sede se constituyó en miembro del Proceso de Bolonia con ocasión de la Conferencia de Ministros Europeos responsables de la Enseñanza Superior, celebrada en Berlín en septiembre de 2003.

Con ese motivo, la Congregación para la Educación Católica ha creado un comité de análisis del Grupo de Seguimiento de Bolonia (BFUG: Bologna Follow Up Group) y se ha hecho presente en los seminarios organizados por los diversos países con vistas a la implementación de los objetivos del Proceso. Especialmente interesante fue el seminario de estudio promovido por la Santa Sede con relación al Proceso de Bolonia, los días 30 de marzo y 1 de abril de 2006, bajo el título El patrimonio cultural y los valores académicos de las Universidades europeas y el interés por el Espacio Europeo de Educación Superior. La participación de ponentes de diversos países, ideologías y religiones no sólo convirtió el evento en un magnífico foro de diálogo sobre el carácter distintivo de la universidad, sino que marcaría un estilo en las reuniones posteriores del BFUG. De hecho, cada vez se percibe con más claridad la necesidad de promover un auténtico humanismo y una cultura de los valores éticos en el marco de la enseñanza superior en Europa. Aunque haya ido produciéndose de forma colateral, éste podría ser uno de los mejores frutos del Proceso de Bolonia.

Finalmente, en cuanto al futuro de la enseñanza de la Teología, hay que subrayar que el Proceso de Bolonia viene a asumir los tres escalones clásicos que desde el Medievo habían conservado estas facultades. Por otra parte, en ningún ámbito ha sido más fácil el paso de estudiantes de una facultad a otra. A los diversos países corresponde ahora reconocer los estudios cuyo “currículo” y título hayan sido aprobados por los otros, aunque no se puede olvidar que estos estudios, regulados por la Sapientia christiana, tienen un ámbito internacional más amplio que el que tutela el Proceso Bolonia. Con todo, las facultades de Teología habrán de entrar en el proceso de adaptación de los ECTS, la forma de enseñanza y aprendizaje y la promoción de la calidad.

Universidad Católica y espíritu de universalidad

(Agustín del Agua– Director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Universidades de la CEE) La Universidad Católica ha de afrontar los retos que se ciernen sobre su identidad y misión, al asumir los cambios a que se ve ineludiblemente avocada la universidad por la evolución de la sociedad europea y mundial. La incorporación al Espacio Europeo de Estudios Superiores, o Proceso de Bolonia, supone entrar en un ámbito en que asume tener en común: el Suplemento al Título, un Sistema de Créditos ICTS, la Verificación de la Calidad y Acreditación interna y externa. Además, en España, el Ministerio de Educación y Ciencia adoptó en su día un “registro” de títulos según el cual cada Universidad puede crear carreras propias en el marco de: las Artes y Humanidades, Ciencias, Ciencias de la Salud, Ciencias Sociales y Jurídicas, Arquitectura e Ingeniería.

La Universidad Católica no es una isla. Asume las funciones sociales que toda universidad tiene con respecto al saber que cultiva: investigación, docencia y servicio a las comunidades locales, nacionales e internacionales con respecto a la gestión del conocimiento que posee; en ella, el sistema de valores que debe orientar la vida de un profesional o la puesta en práctica de una determinada tecnología no se pueden dar por supuesto, sino que necesita de una más profunda reflexión y asimilación. No parece que puedan sostenerse valores sin llevar implícita o explícita una opción de sentido sobre la que se apoyan, puesto que ninguna ética es posible sin una antropología correspondiente.

En el campo de la configuración de la cultura está en juego la misión formativa de la universidad. Hoy, sin embargo, la pregunta misma sobre la cultura está ausente. Hay como un hueco. La universidad parece haber cometido el lapsus freudiano de haberla olvidado. Pero nunca deja de haber una razón detrás de un lapso. Según la tradición universitaria occidental de un milenio (o dos, si prolongamos la experiencia hacia atrás para incluir la educación grecolatina), es fundamental la pregunta sobre si la universidad proporciona o no la base del entendimiento razonable del mundo en el que estamos, sobre la que se crea el entendimiento de nuestra identidad y un diagnóstico sobre la situación histórica en la que nos encontramos, lo cual, a su vez, hace posible una conversación entre todos nosotros.

Los grandes problemas y las grandes preguntas acerca de quiénes somos, qué queremos, cómo valoramos lo que nos rodea, cómo aprendemos a manejar nuestras dudas e incertidumbres sobre tales materias, etc., todas estas cuestiones otrora llamadas existenciales o de sentido parece como si hubieran desaparecido. Sobre estas materias reina, desde hace mucho tiempo, un silencio embarazoso sustituido por una conversación un poco vaga de reiteración de lugares comunes, sin compromiso personal de las gentes.

Las universidades no saben qué hacer con esto; ni aquí ni en otros muchos sitios, lo que incluye a buena parte de Europa. Esto indica claramente los límites de lo que se puede esperar de un Espacio Universitario Europeo del que esta problemática está conspicuamente ausente: no se puede esperar mucho. Y la materia no es baladí, puesto que esa problemática está en el corazón de lo que significa, o puede significar un día, una ciudadanía europea: una ciudadanía que responde, o debiera responder, justamente a la pregunta de cuál es nuestra identidad y cuál nuestra situación histórica (Víctor Pérez Díaz).

La fragmentación actual del saber, que ha provocado el surgimiento de tantas y tan pretenciosas cosmovisiones, ha tenido como consecuencia la aparición de antropologías cerradas a la verdad del hombre y su dimensión trascendente, en razón de la parcialidad con la que han pretendido acercarse al mismo. Ello conduce inexorablemente a replantear de modo nuevo la cuestión de la integración o unidad del saber. Ahora bien, es característico de la Universidad Católica el cultivo de un conocimiento universal, no en el sentido de que deba abarcar el abanico de todas las disciplinas, sino de que en ella toda ciencia debe ser cultivada con espíritu de universalidad, es decir, con la conciencia de que cada una, aunque diversa, está tan ligada a las demás que no es posible enseñarla fuera del contexto, al menos intencional, de todas las demás. Encerrarse es condenarse, antes o después, a la esterilidad, es arriesgarse a tomar por norma de la verdad total un método proyectado para analizar y captar una sección particular de la realidad. Por eso, la visión de la verdad que el hombre moderno consigue a través del arriesgado esfuerzo de la razón, tiene que ser dinámica y dialógica. Dado que la razón sólo puede captar la unidad, que liga el mundo y la verdad a su origen, dentro de modos parciales de conocimiento, cada una de las ciencias -incluida la filosofía y la teología- resulta un intento limitado que sólo puede captar la unidad compleja de la verdad en la diversidad, es decir, dentro de un entramado de saberes abiertos y complementarios.

Compartir