Colaboración social

José Miguel Núñez, SDB, consejero general para Europa Oeste de los Salesianos

(José Miguel Núñez, SDB)

“Celebrando estos días su fiesta, no me resisto a escribir esta primera colaboración en Vida Nueva sobre Don Bosco. El santo, siendo joven sacerdote, vio, escuchó, supo captar la realidad social de su tiempo y ponerse manos a la obra para tratar de paliar los efectos desastrosos de una revolución industrial que estaba dejando en la cuneta a los hijos de nadie. (…) En tiempos de crisis, la fuerza utópica y la tenacidad de aquel joven sacerdote turinés son un estímulo para creer que otra realidad es posible”

Celebrando estos días su fiesta, no me resisto a escribir esta primera colaboración en Vida Nueva sobre Don Bosco. El santo, siendo joven sacerdote, vio, escuchó, supo captar la realidad social de su tiempo y ponerse manos a la obra para tratar de paliar los efectos desastrosos de una revolución industrial que estaba dejando en la cuneta a los hijos de nadie. Eran, la mayor parte, emigrados del campo a la ciudad en busca de fortuna, excluidos de la realidad social que emergía imparable al paso del nuevo orden económico.

En el Turín del XIX, Don Bosco se dio cuenta de que no bastaba partir el pan de la solidaridad con los más necesitados, sino que era necesario hacer palanca sobre los rígidos cánones industriales para propiciar un cambio social. Se trataba de dar más a los que menos tenían y ofrecerles nuevas oportunidades.

La “obra de los Oratorios” quiso hacer a los jóvenes protagonistas de su propio futuro, implicarlos en su desarrollo y en el cambio social en un mundo que nunca presta suficiente atención a los más vulnerables. Sus resultados fueron más que notables en el campo de la educación, la capacitación y la inserción social: mejoró las condiciones laborales de sus chicos, redactó los primeros contratos de trabajo asegurando derechos, se puso a la vanguardia de la formación profesional y, lo más importante, devolvió dignidad y futuro a miles de jóvenes. Su proyecto educativo-evangelizador les ayudó a descubrir cuánto los quería Dios.

Fue la otra revolución. La de un mundo diferente en el que nadie es excluido ni condenado a comer sólo las migajas que caen de la mesa del señor. En tiempos de crisis, la fuerza utópica y la tenacidad de aquel joven sacerdote turinés son un estímulo para creer que otra realidad es posible.

En el nº 2.739 de Vida Nueva.

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