Cambiemos de estilo

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“Nos quejamos de no ser comprendidos, pero no mostramos deseos de conocer y comprender las opciones y razones de los demás. Creemos tener derechos, verdades y poderes sin ver que los poderes que utilizó Cristo fueron los del servicio, la comprensión, la misericordia y la entrega”

Inicia un año, ocasión de reactivar esperanzas e ilusiones. El bautismo, el arrepentimiento y la esperanza animan a iniciar una vida nueva. Pero, aunque repetimos con frecuencia en la oración nuestra intención de “abandonar nuestra antigua vida de pecado”, no lo lograremos si los hábitos y costumbres son los mismos.

¿No abundan en nuestra Iglesia los profetas de desventura? “Nuestro mundo va a la catástrofe, la familia desaparece, la inmoralidad predomina…”, son los últimos pronósticos. Manifestamos un talante poco atractivo por la suficiencia, palabrería y rutina que nos acompañan y por el desdén hacia lo nuevo que no haya sido precocinado por nosotros. El amor no lo hemos inventado los cristianos, ni la fidelidad, ni la alegría, ni tantas virtudes propias del ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza. Ni siquiera hemos descubierto los vicios, como la envidia, el utilizar a Dios en vano, la murmuración y calumnia, el egoísmo, la zancadilla, la prepotencia, el desamor, que compartimos con nuestros conciudadanos. 

Nos quejamos de no ser comprendidos, pero no mostramos deseos de conocer y comprender las opciones y razones de los demás. Creemos tener derechos, verdades y poderes sin ver que los poderes que utilizó Cristo fueron los del servicio, la comprensión, la misericordia y la entrega. Queremos ser misioneros, pero en el mercado ofrecemos mercancía rancia, no la novedad optimista de Jesús. Lloramos por lo pecados de los demás en lugar de llorar por los nuestros.

De Chardin escribió que “la fe en Cristo no se mantendrá o no se propagará ya sino por mediación de la fe en el mundo”. Recordemos a Pablo: “Alegraos, lo repito, alegraos”. Sólo si proponemos una buena nueva real para los seres humanos seremos capaces de llegar a ellos y ser acogidos.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

Compartir