(José Mª Rodríguez Olaizola– Sociólogo jesuita)
“Tenemos una oportunidad preciosa para reflexionar sobre algunas asignaturas pendientes. También sobre la diversidad y pluralidad, la capacidad de una Iglesia universal para englobar sensibilidades distintas, estilos diferentes, talentos y talantes complementarios”
Ahora que el Papa ha inaugurado el año dedicado a la vida sacerdotal, habrá ocasión de pensar y surgirán abundantes propuestas sobre “qué debe ser un sacerdote”. El lema de este año, Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote, es sugerente y dará pie a profundas formulaciones. ¿Fidelidad a quién? A Dios, al prójimo, a los pobres, a la Buena Noticia… Fidelidad en esta Iglesia nuestra. Fidelidad fecunda y creativa, capaz de amor y de crítica, la fidelidad de quien sirve, de quien busca hacer de su vida una eucaristía…
Sólo tengo un miedo antes de que empiece la avalancha: habrá quien quiera convertir esta reflexión en un monólogo a favor de una única forma de ser sacerdotes. Ojalá me equivoque, pero demasiado a menudo la diferencia termina generando enfrentamiento o incomunicación en lugar de enriquecimiento mutuo y encuentro. En concreto, muchos tenemos la tentación de pensar: “Ésta forma de ser cura (la mía) es la buena”, y quien no sea así es tal o cual.
Está claro que hay conductas y abusos que son impropios de quien se define como pastor que ha de cuidar de los suyos. Comportamientos terribles, abusos de poder, ambiciones ajenas al Evangelio… Y si eso ocurre hay que decirlo. Pero no me refiero a eso, sino a la descalificación más centrada en lo formal, que termina confundiendo fidelidad con uniformidad.
Tenemos una oportunidad preciosa para reflexionar sobre algunas asignaturas pendientes. También sobre la diversidad y pluralidad, la capacidad de una Iglesia universal para englobar sensibilidades distintas, estilos diferentes, talentos y talantes complementarios. Para aprender a respetar lo diferente, y recordar qué es lo esencial que está en el corazón del sacerdocio. Ojalá sepamos aprovechar la ocasión.
En el n º 2.667 de Vida Nueva.