Botellón para la ciudadanía

(José María Rodríguez Olaizola, SJ- Sociólogo jesuita)

“No se hace ningún bien a los jóvenes, ni a la sociedad, ni al futuro, si no se ponen límites, retos, y se enseña a la gente a ser responsable”

Día de comienzo de las fiestas patronales. Seis y media de la tarde. Atravieso la Plaza de la Universidad. Hordas de jóvenes, desde los 13 años en adelante, ataviados con camisetas coloridas que identifican las distintas peñas, beben calimocho (para quien no lo sepa, combinación de coca-cola y vino tinto) en cantidades ingentes. Lo llevan en botellas, barriles, bidones… Sus ropas están empapadas del mismo líquido. Esquivo a varios adolescentes que caen al suelo, incapaces de mantenerse en pie, entre carcajadas suyas y de los amigos. La acera está pegajosa. Es patético ver a críos totalmente borrachos, y es penoso ver a treintañeros en la misma actitud inconsciente. Un grupo arranca a empujones una señal de prohibido el paso, mientras la manada le jalea. Orinan en garajes, en portales, donde pueden. La policía se encoge de hombros cuando algún vecino protesta. En una calle adyacente esperan, pacientes, los equipos de limpieza municipales para recoger la mierda que dejarán tras ellos los adolescentes, que hoy tienen carta blanca para tomar las calles.

Día 2. Leo en la portada del periódico: “Valladolid revienta de fiesta con el color de sus peñas”. El titular da paso a una entusiasta narración en la que se describe cómo los peñistas tiñen de color las calles del centro, y se insiste en la diversión, la fiesta y el gozo de olvidar las preocupaciones diarias. Las autoridades, mientras tanto, brindaban en el Ayuntamiento con buen vino de la región. Sólo en un párrafo de las páginas interiores se alude a la indignación de comerciantes y vecinos.

No se hace ningún bien a los jóvenes, ni a la sociedad, ni al futuro, si no se ponen límites, retos, y se enseña a la gente a ser responsable. Evoco las imágenes de ayer, y me invade una tremenda tristeza.

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