Blázquez, elegido para el cambio

Ricardo Blázquez, nuevo presidente de la CEE, en su primera rueda de prensa 12 marzo 2014
Blázquez, a punto de dar su primera rueda de prensa.

Blázquez, a punto de dar su primera rueda de prensa.

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Una elección de presidente de la Conferencia Episcopal Española con 60 votos es algo insólito en estos comicios; e interesante y significativo, sin duda. Es una muestra del profundo deseo de comunión que los obispos españoles vienen desde hace tiempo teniendo y por el que vienen trabajando, con no pocas dificultades. Siempre hubo ese deseo, pero faltó finezza, y se escenificó demasiado en la opinión publicada la divergencia, que no la desunión.

Y no es porque el papa Francisco no se lo haya pedido; también los anteriores pontífices lo pedían insistentemente. Pero es que, en el fondo, está esa costumbre tan hispana de enredarlo todo. Alejo Carpentier, en El siglo de las luces, recordaba cómo, ya con Colón, llegaron a América las peleas entre iguales y esa permanente manía de pelearse por cualquier cosa.

Se han dado cuenta de que no es hora de trincheras, ni banderías; ni son horas de discutir si son galgos o podencos, sino de arremangarse para evangelizar desde la propuesta, y no desde el varapalo.

Es la hora de los grandes retos que han de hacer pie en la misericordia y la caricia, que sabe de carne, que sabe de risas, que sabe de lo humano; que se aleje de la terrible ideologización que tanto dolor trajo a la Iglesia. Y si a esto se le llama “nueva era”, pues ¡bienvenida sea!

Se han dado cuenta de que
no es hora de trincheras, ni banderías,
sino de arremangarse para
evangelizar desde la propuesta, y no desde el varapalo.

Atrás queda esfuerzo meritorio, sin duda, pero también cierto ritmo anodino, no recomendable; ni mejor, ni peor, pero con la fecha ya caducada. Pasa en todas instituciones. Y todas debieran tomar nota.

Más allá de los análisis que ven en esta elección una simple rehabilitación del arzobispo de Valladolid, quien, por otra parte, ya era vicepresidente, y había sido presidente en un trienio, lo que ha quedado claro es el profundo deseo de comunión.

El cardenal Rouco y el arzobispo Blázquez son viejos amigos y colaboradores: Salamanca, Santiago de Compostela y Madrid. Al repasar la biografía se deshace ese imaginario que divide al Episcopado entre buenos y malos; progres o carcas. Leyendo sus biografías, se pudiera pensar que Rouco vuelve a echar mano de su fiel amigo. Sería demasiado llegar hasta ahí.

Las formas no dejan de ser importantes; y las maneras de aterrizar la misma eclesiología en el gobierno pastoral. Son dos estilos distintos, y hoy el perfil que necesita la Iglesia española es el de Blázquez, que volverá a hacer de la Casa de la Iglesia un taller de trabajo conjunto, alejándose del “presidencialismo” de los últimos años.

Es hora de pasar página, sin olvidar que la historia de la Iglesia se escribe sobre la piel de personas de carne y hueso, con sus fortalezas y debilidades.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.886 de Vida Nueva.

 

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