Aumenta la generosidad

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de BarcelonaSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“Cuando la crisis económica hace pesar sus graves consecuencias sobre personas inocentes, aparece la revelación de algo nuevo…”.

“El ejercicio de la solidaridad en el interior de cada sociedad es solo válido cuando los miembros se reconocen recíprocamente como personas. Los más importantes, en cuanto poseedores de una mayor parte de los bienes y servicios comunes, deben sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen”.

El pensamiento social de la Iglesia –estas son palabras de la encíclica Sollicitudo rei socialis– pone de manifiesto que por la fe somos capaces de una dinámica que puede transformar en positivo nuestras relaciones sociales.

Hoy más que nunca, cuando la crisis económica hace pesar sus graves consecuencias sobre personas inocentes, sobre grupos indefensos, sobre familias que ya no pueden soportarla, aparece la revelación de algo nuevo, algo que yace en el subsuelo de una realidad eclesial impregnada de Evangelio. Vemos que a más crisis, más generosidad.

Lo vemos cada día, también en individuos concretos, en familias que lo están dando todo, en grupos en los que la conciencia de solidaridad hace posible soluciones que nadie hubiera imaginado. En muchos casos, una especie de milagro.

La acción cotidiana de muchas parroquias no entiende de esquemas complicados ni de pronósticos que prometen lo que nunca llega; más bien, entienden de generosidad, de compartir con los más necesitados, de renunciar a aquello que legítimamente se puede poseer. La solidaridad es una virtud cristiana que es signo y fruto de la caridad, que se reviste de aquellas dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total.

En estos momentos, necesitamos la fe en Dios que es Padre de todos, de la fe que nos adhiere incondicionalmente a la persona de Jesucristo, de la fe que reconoce que es el Espíritu del Señor quien puede inspirarnos más generosidad de la que somos capaces. ¿Acaso la fe cristiana no es fuente inagotable de solución?

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

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