¿Construyendo democracias?

Reflexión a propósito del asesinato del coronel Gadafi

Dra. AMPARO MARTÍNEZ GUERRA, profesora de Derecho Penal Internacional. Universidad Pontificia Comillas, ICADE (Madrid) | “Evidentemente, a nadie le gusta este tipo de final para otros, pero es obvio que este hecho manda un importante mensaje a los dictadores: la gente quiere ser libre. Quiere que se respeten los derechos humanos y sus aspiraciones universales”. Esta era la respuesta de Barack Obama, premio Nobel de la Paz 2009, a la pregunta del periodista Jay Leno: “¿Cómo ve usted la muerte de Gadafi?”. [Siga aquí si no es suscriptor]

A. Martínez

El presidente norteamericano trataba así de poner fin a la polémica que se cernía sobre las escalofriantes imágenes de la ejecución de coronel Muamar el Gadafi, el pasado jueves 20 de octubre, a manos de un grupo de rebeldes. Nada más que añadir.

Probablemente porque Obama quiere que los Estados Unidos se siga manteniendo en ese segundo plano que ha ocupado durante todo el conflicto, o quizá porque se comparte el fondo pero no la forma. Imaginamos que, a su entender, una operación similar a la llevada a cabo para capturar a Osama bin Laden hubiera sido más deseable. Así, no hubiera habido que “lamentar” nada.

Intentando buscar sentido a esta postura, se me ocurre solo una explicación, que no es otra que la confianza ciega en el poder intimidatorio de las imágenes. Así pues, mandemos un claro mensaje a los sátrapas del mundo: “Fíjense, señores sátrapas, cómo pueden acabar a manos de sus propios ciudadanos”.

Los partidarios de esta forma de entender la Justicia argumentarán que es rápida, expeditiva, barata y que, además, surte efectos inmediatos: uno de los hijos de Gadafi, Said el Islam, en busca y captura por la Corte Penal Internacional, ha pedido urgentemente su entrega voluntaria a la misma. Algo habrán tenido que ver las imágenes de la captura y ejecución de su padre, expuesto cual trofeo al mundo entero.

Sin embargo, considero que es preciso atender también a otros efectos de la política de imágenes. En primer lugar, porque a nadie se le escapa que su poder intimidatorio es limitado y que su uso repetido tiende a “insensibilizar” al ciudadano ante comportamientos violentos. En segundo lugar, porque tienden a legitimar formas de hacer Justicia de otros tiempos que, a estas alturas de la Historia, deberíamos considerar superadas; a jalear sistemas de ejecuciones públicas a manos de pueblos oprimidos durante décadas y a abrir la veda a ajustes de cuentas entre individuos pertenecientes a diferentes etnias o tribus. En definitiva, a la aplicación de la Ley del Talión en un contexto de guerra civil en el que deberían atenderse los principios más elementales del Derecho Internacional Humanitario.

Dar por buena la ejecución del tirano
o mirar hacia otro lado
no es sino construir los cimientos de una casa
con material de derribo.

Finalmente y, a mi juicio lo más importante, por sus consecuencias futuras. La ejecución del tirano no es el final, sino el principio de un largo proceso de reconstrucción del país y de sus instituciones y de reconciliación de sus ciudadanos. Y en ese proceso no debe estar excluido el Derecho.

Dar por buena la ejecución del tirano o mirar hacia otro lado no es sino construir los cimientos de una casa con material de derribo. Peligrosa forma de entender la Justicia por parte de aquellos que han sufrido la opresión, pero, sobre todo, por parte de aquellos llamados a impartirla en un futuro muy cercano. Sin duda, mal punto de partida para la construcción de una Libia democrática.

En el nº 2.775 de Vida Nueva.

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