Apariciones marianas

(Antonio María Calero, SDB)

“¿Qué pensar de las apariciones marianas? (…) Puede uno no creerlas (…) Pero, por otro lado, eso no quita para que, cuando son reconocidas por el obispo diocesano como verdaderas, se puedan interpretar como manifestaciones del inquebrantable amor y preocupación de Dios por la humanidad”

El pasado mes de septiembre -del 4 al 8- se celebró en Lourdes un Congreso Internacional Mariológico que tuvo como tema central Las apariciones de la Bienaventurada Virgen María. Entre historia, fe y cultura. Un tema que, a primera vista, podría parecer impropio de la altura científica que se les supone a los estudiosos de la Teología en sus diversas vertientes. Un tema que, además, se puede antojar más de ‘gente sencilla’ dentro del pueblo cristiano, no suficientemente preparada, poco ilustrada, en el campo de la fe.

Y, sin embargo, en Lourdes se reunieron los mayores especialistas de la Iglesia en teología mariana para tratar precisamente ese tema. Y es que la cosa no es para menos. A poco que uno haya recorrido esos grandes santuarios marianos que encuentran su origen en una aparición de la virgen (Lourdes, Fátima o Guadalupe en México), se da cuenta de inmediato del enorme impacto socio-religioso que han tenido y siguen teniendo en el ámbito de la Iglesia católica. Son millones (sólo el de Guadalupe recibe más de cuarenta millones de visitas cada año) los cristianos que peregrinan a esos santuarios, convertidos en verdaderos centros de vivencia religiosa cristiana.

De todas formas, ¿qué pensar de las apariciones marianas? Ante todo, que constituyen un fenómeno al que hay que acercarse con auténtico respeto. Puede uno no creerlas, puesto que no estamos ante la Revelación suprema y definitiva de Dios a la humanidad acontecida en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Pero, por otro lado, eso no quita para que, cuando son reconocidas por el obispo diocesano como verdaderas, se puedan interpretar como manifestaciones del inquebrantable amor y preocupación de Dios por la humanidad, a través de María la Madre de Jesús.

El fenómeno de las apariciones, de todas formas, es de tal complejidad, que merece la pena acercarse a él sin fácil credulidad ni previo escepticismo, sino con un enorme respeto y verdadero interés.

En el nº 2.631 de Vida Nueva.

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