Año Sacerdotal: luces, y no sombras

(Leoncio Franco– Toledo) El papa Benedicto XVI, en su Carta a los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal, dice, entre otras cosas: “Este Año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”. Toda la carta es una perla preciosa, digna de ser engarzada en la vida de cualquier sacerdote. Me extraña, pues, que el sacerdote Enrique Cabezudo Melero haya escrito una carta tan pesimista en el número 2.666 de Vida Nueva acerca de las ‘Sombras ante el Año Sacerdotal’.

Deduzco que cuanto dice son auténticas sombras que se ha inventado y que denotan a la vez una ignorancia de lo más elemental, impropia de un sacerdote. Ni siquiera sabe el porqué del 150º aniversario del santo Cura de Ars. Le pregunto: ¿aniversario de la ordenación sacerdotal del santo? ¿Aniversario de su nacimiento o de su muerte?

Usted pone en tela de juicio la santidad de la Iglesia. Usted se olvidó del Catecismo. La Iglesia es santa porque Cristo, su fundador, es santo. Los papas, obispos, sacerdotes y fieles somos pecadores. Entre sombras echa usted mano de comentarios que ha oído por ahí: “Que si van a meter en cintura a los sacerdotes”, y este meter en cintura lo traduce usted en que se reduce a que se vistan con el uniforme -ni se atreve a usar los términos ‘sotana’ o ‘clergyman’- y muestren al mundo la imagen más anodina posible. Un sacerdote con sotana o clergyman, ¿da tan pésima imagen como usted piensa? Demuestra usted que no ha leído la carta que el papa Benedicto XVI ha escrito a todos los sacerdotes del mundo, mucho más profunda que sus evanescentes ideas sobre el Año Sacerdotal, lleno de luz y no de sombras. ¿Quién le ha dicho a usted que la Iglesia funciona mal? ¿Qué quiere decir con “un clericalismo desenfocado”?

Me da la impresión de que usted no ha leído jamás la auténtica vida de san Juan María Vianney, a juzgar por las tonterías que dice de él, de su vida, de su poca cultura. Dice usted que no estaría tan descristianizado Ars cuando formaban esas colas interminables ante el confesionario. Ignora usted que Ars contaba sólo con 230 habitantes en aquel entonces. Las colas las formaban gentes llegadas de toda Francia y del extranjero. Hasta obispos iban a consultar a ese sacerdote menos instruido que usted. Por cierto, ¿acaso estudió usted la filosofía y la teología en latín? ¿Cuántas horas dedica usted al confesionario y a la oración personal? Eso lo hacía san Juan María Vianney y solía repetir: “Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia”. Usted, tan ilustrado, ¿atrae mucha gente a su parroquia? ¿Hace cola la gente para confesarse con usted? Ojalá se ponga al tanto de todo lo que ha dicho el Papa en los pocos días que lleva inaugurado el Año Sacerdotal. Y trate de imitar a san Juan María Vianney aunque no sea santo de su devoción. Luces, y no sombras, es lo que nos va a traer el Año Sacerdotal. Ojalá sea usted una copia del santo Cura de Ars. Se lo agradecerán sus feligreses.

En el nº 2.667 de Vida Nueva.

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