Amigos de Dios

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Buenos amigos de Dios. Así nos quiere santa Teresa de Jesús. Y la amistad, con la verdad. Es conocida la frase atribuida a Aristóteles: “Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”. La verdad tiene precedencia ante la amistad. Junto a la verdad aparece inmediatamente, y como acompañante inseparable, la libertad. La fuerza de la verdad lleva al hombre a la auténtica libertad.

La ignorancia y el prejuicio esclavizan; el orgullo nubla la mente y aleja de la luz y del amor. Mas la verdad, para que resplandezca en todo su inestimable valor, tiene que estar unida al deseo permanente de identificación con ella. En esto consiste la autenticidad. Quien ha encontrado la verdad, no puede por menos que comunicarla, que tratar de compartirla, que hacerse misionero y profeta de la verdad. Algunos han llegado a ser testigos tan creíbles de la verdad que hasta llegaron al martirio.

Una amistad de excelencia es la que se mantiene con Dios. La desproporción, entre Creador y criatura, queda zanjada por la intimidad del encuentro y la identificación de un mismo querer, que no puede ser otro que Dios mismo. Es una amistad de aceptación: Dios, lo más grande y querido. El hombre, para Dios, su criatura predilecta, el “sacramento” de su imagen en el mundo. Esa amistad se realiza en la identificación con Cristo. Y es en tal manera existencial y única, que el hombre, con san Pablo, puede decir: ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí. Y mi vida está escondida con Cristo en Dios.

Como la mayor parte de ellas, las vivencias más sentidas no acaban nunca de comprenderse. Simplemente, se viven. Así es la experiencia de la amistad. Quizás sea por ello que todavía me duelen algunas heridas que fueron causadas por pequeños desencuentros entre amigos de la infancia (¡y mira que han pasado años!). La memoria no es de rencores, sino de aprecio a las personas con las que se compartía algo de lo mejor que se puede dar y ofrecer: la confianza recíproca y la amistad. Muchos fueron los amigos, y todos diferentes.

Puede ser que la amistad, como concepto, pueda definirse con unas señas de identificación común. Pero los amigos, con dificultad. Pues si en la amistad se incluye el trato, el afecto y la generosidad, hay amigos con los que apenas ha dado tiempo para relacionarse y convivir.

Hay una experiencia peculiar y especialmente grata de la amistad: la que tenemos con los santos. Con los santos antiguos y con los de hace pocos días. Son personas admirables que ya no están en este mundo. Algunos de ellos son conocidos y están canonizados; a otros los ha puesto uno en el mejor retablo de su vida, para tenerlos siempre delante y poder imitar y pedir intercesión. Es una amistad, esta de los santos, de admiración y complicidad. Su vida se le mete a uno en la propia. Su palabra y su ejemplo fascinan, seducen y le dan seguridad. Entre los santos más santos, la Santísima Santa María.

En el nº 2.934 de Vida Nueva

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