Alianza de civilizaciones

(Carlos Amigo Vallejo– Cardenal arzobispo emérito de Sevilla)

“En otras muchas alianzas se puede pensar. Pues todo aquello que contribuya a realizar esa deseada civilización del amor es cosa de Dios y razón suficiente para buscar sinceramente el encuentro fraterno y la paz”

También nosotros proponemos una alianza de civilizaciones, aunque bien distinta, en motivaciones y objetivos. Benedicto XVI, en uno de sus primeros mensajes a la Iglesia de España, nos pedía que trabajáramos por el bien común para “instaurar la civilización del amor” (19-5-05).Alianza de esa civilización del amor, que aúna, en verdad, a todos los ciudadanos de este mundo, en el deseo de encontrar el auténtico sentido de la existencia humana, arropada por la justicia, la solidaridad, la misericordia y, en definitiva, la paz.

Alianza para la paz y desde la paz. Porque la paz no sólo es el final y la meta a conseguir. Es también el camino. Nunca la violencia va a resolver lo que no sea posible alcanzar por los caminos del derecho y de la justicia. Con la violencia perdemos todos, especialmente los más débiles, los más inocentes.

Alianza para la justicia. Habrá que dejar bien asentado el fundamento de la justicia, pues, de lo contrario, las mejores intenciones y proyectos quedarían sin consistencia, se olvidarían los derechos que asisten a las personas, el respeto a su dignidad y condición humana y la valoración de la propia cultura. Derecho a la vida, a la familia, al trabajo, a la participación, a la libertad.

Como han recordado los últimos papas, hay que unir la justicia con el perdón. Éstos son los grandes y fuertes pilares de la paz. Pues la paz es fruto de la justicia, pero que necesita del perdón para alejar los sentimientos del rencor y de la venganza. Nunca pierde el que perdona. Buscar la reconciliación y el perdón no es humillarse, sino engrandecerse con la responsabilidad de querer sinceramente el curar  las heridas y construir la paz.

Alianza para la solidaridad. La cultura de la solidaridad se ha convertido en un verdadero signo de esperanza, pues se trata de una actitud personal y permanente que lleva a considerar al hombre como hermano y a ver los bienes de este mundo como un patrimonio común que compartir. Tiene como base el reconocimiento del principio de que todos los bienes de la creación están destinados al disfrute de todos.

Alianza para la caridad. Pero todavía queda camino por recorrer. Habrá que unir a la justicia y a la solidaridad el amor fraterno y cristiano. Justicia y caridad se hermanan y ayudan. La caridad no quiere, en forma alguna, ocultar la obligación de la justicia, sino, por el contrario, dejar bien claro el reconocimiento del derecho que asiste a la persona.

En otras muchas alianzas se puede pensar. Pues todo aquello que contribuya a realizar esa deseada civilización del amor es cosa de Dios y razón suficiente para buscar sinceramente el encuentro fraterno y la paz.

Decía el papa Benedicto XVI hace tan sólo poco más de un mes: “Es necesario favorecer las condiciones de paz y justicia, indispensables para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. Todos, por lo tanto, están llamados a dar su contribución: la comunidad internacional, favoreciendo un camino fiable, leal y constructivo hacia la paz” (Homilía. Apertura del Sínodo para Oriente Medio, 10-10-2010).

En el nº 2.730 de Vida Nueva.

Compartir