Adviento para un tiempo incierto

Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-BazaGINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza

“La Iglesia, en estos días, nos propone un modelo precioso: María…?”.

 

Las certezas se han convertido hoy en una presencia poco habitual en el mundo de los humanos. Pocas cosas podemos dar por ciertas. Hay mucha gente buena que se pregunta si podemos fiarnos de algo o de alguien. Para muchos se ha hecho difícil tener esperanza.

El Adviento nos recuerda que sí hay algo cierto, muy cierto: la certeza de que Dios nos ama y se preocupa de nosotros. ¡Cuántos problemas se diluirían si supiéramos, si experimentáramos, que somos amados! Hay prisas que son verdaderas huidas para no encontrase con uno mismo, con los otros o con Dios.

Este tiempo de Adviento nos recuerda que estamos convocados a la esperanza; y no se mide la esperanza por lo que nosotros seamos capaces de hacer, ni por las posibilidades humanas de construir un mundo mejor, sino que la esperanza se cifra en el amor de Dios, que no tiene medida. La esperanza cristiana no se asienta en un futuro, sino en un adviento, es decir, en algo que se nos da, que nos viene como pura gracia. La esperanza es pura gracia que se cultiva en el campo de la fe y da como fruto la caridad. La Iglesia, en estos días, nos propone un modelo precioso: María.

La Virgen de Nazaret es un signo de esperanza, porque en ella se manifiesta la Creación en su bondad y belleza original. La armonía, la belleza, el bien, la pureza, la alegría, la admiración, la sencillez se reflejan en la figura de la Virgen Inmaculada. Por eso, ella es ejemplo para todos los que caminamos en esta existencia; es el lucero que ilumina la senda que nos conduce a Dios y a la auténtica humanidad. Pablo VI, en uno de los documentos marianos más hermosos de los últimos tiempos –Marialis Cultus–, cita a Dante cuando dice: “Tú eres aquella que ennobleció tanto la naturaleza humana que su hacedor no desdeñó convertirse en hechura tuya”.

En el nº 2.919 de Vida Nueva

 

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