Acoged a los refugiados, ¡son hermanos!

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

El papa Francisco ha sido contundente. Una llamada urgente a las parroquias, comunidades religiosas, monasterios y santuarios para que acojan a los refugiados que llegan a Europa después de un penoso éxodo huyendo del hambre y la violencia. Es hora no tanto de manifiestos y declaraciones, sino de gestos concretos que pongan solución inmediata a la desesperación de las persones y familias que padecen la indiferencia y el descarte por parte de quienes pueden poner remedio a esta situación tan grave. Resuena de nuevo: “¿Dónde está tu hermano?”.

Esta es la punta de un iceberg que pone de relieve la gravedad del problema. Cuando muchos no pueden vivir con libertad y dignidad en su propia casa, nos piden que les acojamos en la nuestra. Aun así, los interrogantes persisten al ver que han de huir de la violencia, malviven con mucho miedo y se les hace insoportable esta situación indigna.

“Cualquier comunidad de la Iglesia –dice el papa Francisco–, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos” (EG 207).

Esta llamada a nuestra conciencia no puede dejarnos tranquilos cuando “es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad, donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos” (EG 210). Entre estas nuevas formas de pobreza, los refugiados están llamando a nuestras puertas.

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

 

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