Abdicar, renunciar, jubilarse son caras de la vejez

Los eufemismos no deben borrar del mapa semántico esta sabia palabra

rey-juan-carlos-principe-felipe

JUAN RUBIO. FOTOS: CASA REAL. | Ha sido la noticia de la semana. El Rey se va, cansado y agotado, se marcha a disfrutar de otra etapa de su vida. Y, al parecer, se va harto de esperar el momento oportuno que le aconsejaban sus consejeros, el momento de estabilidad institucional y económica.

Quería irse, pero no quería la Corte que se fuera. Hubo un conato abortado en otoño, cuando a muchas redacciones de periódicos llegó el chivatazo; pero ahora sí se va.

Así que la decisión significa que esto va bien o que se va harto de esperar que vaya mejor, de que haya estabilidad institucional y se serenen las cosas. Deja a Felipe VI para ser testigo, sin intervenir, de cómo se soluciona, tres siglos después, lo que Felipe V hizo, interviniendo, en Cataluña. Estabilidad institucional, es cosa que no está clara, ni tan siquiera en el establishment.

No sé si hay estabilidad económica o momento de brotes verdes, como aquellos de 2008 que resultaron ser brotes de una negra crisis. Ahora parece que los nuevos brotes servirán a Rajoy para repetir lo de Aznar: “España va bien”.

Si el Rey se va, es que España va bien; si no, hubiera seguido al pie del cañón. Ya ve que en esto de la salud del país hay varas de medir distintas.Pero voy a otra cosa, a la que me da pie este legítimo mutis por el foro.

Ya se sabe que, cuando falta imaginación, se inventan palabras. Y eso pasa con el sustantivo vejez, tan acompañado de otros vocablos de la misma familia.

Los reyes abdican, es decir, según el Diccionario de la RAE, son privados de un estado favorable, de sus privilegios y ventajas. Los militares, sin embargo, no se van, sino que pasan a la reserva, como los buenos vinos, preparados para el combate.

Los obispos y los papas renuncian, y que a nadie se le ocurra decir que se jubilan, porque saldrán quienes les recuerden que Cristo nunca se bajó de la cruz y que hay que estar hasta el final, con valor y ejemplo. Pasan a situación de eméritos.

San Mateo y el ángel, de Guido Reni (1635).

San Mateo y el ángel, de Guido Reni (1635).

Eufemismos, al fin y al cabo.

Rechina la palabra dimitir, como si estuviera siempre acompañada de acciones sucias e inmorales que llevan a conjugar un verbo tan poco conjugado en muchos lugares, pero tan necesario de poner a correr.

Para los ciudadanos que luchan y trabajan se inventó lo de jubilados y pensionistas. Son felices de recibir el dinero que el Estado les fue guardando y ahora les devuelve en cuentagotas.

Al fin y al cabo, alegres y contentos. A quienes inventaron la cursilería de Tercera Edad, Tarjeta Oro de Transportes, IMSERSO o alguna que otra zarandaja lingüística más, habría que señalarlos con el dedo por haber borrado del mapa semántico la vieja y sabia palabra: vejez. Es la más honesta y elegante.

Cicerón lo entendió muy bien en su De senectute, haciendo hablar a Catón el Viejo con los jóvenes Lelio y Escipión. Decía:

Pobre de la vejez que tiene que defenderse con palabras.

Abdicar, renunciar, jubilarse, retirarse, pasar a la reserva, ser pensionista viene decir que las manecillas del reloj corren raudas.

En la Iglesia, con una gerontocracia en la sala de mandos, hay quienes, después de presentar la renuncia por imperativo legal, piden y suplican propinas al tiempo.

En el nº 2.897 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir