A vueltas con el debate en torno a la Ley del Aborto

(Vida Nueva) El escándalo de las clínicas abortistas ha reabierto el debate para una revisión de la Ley, pero ¿basta con que ésta se cumpla? Vida Nueva recoge las aportaciones sobre este asunto de la organización S. O. S. Familia –a través de su asesor general, Carlos Moya-, por un lado y de un teólogo, José Ramón Amor Pan, por otro. 

 

 

 

 

En defensa de los más débiles

(Carlos Moya Ramírez-S. O. S. Familia) Este comienzo de siglo XXI se está caracterizando por ser una época de vertiginosos avances científicos y técnicos. Esto pasa en el mundo de las comunicaciones, de la ciencia y, por supuesto, de la informática, pero también muy especialmente de la medicina. Todos estos avances los venimos acompañando normalmente a través de los medios de comunicación.

Sin embargo, existe un sector donde se han dado avances increíbles y que aún no son del conocimiento del gran público. Me estoy refiriendo a los grandes descubrimientos que ha hecho la medicina en el campo de la embriología.

Hoy en día la ciencia demuestra, irrefutablemente, a través de las nuevas técnicas de estudios embriológicos que la vida humana comienza desde el momento de la fecundación, independientemente de las diversas etapas o nombres que se le quiera dar, y que el cigoto, embrión o feto, es un ser humano individual.

Ya nadie discute que el embrión tiene un código genético propio, único e individual, diferente a sus progenitores; que es un ser vivo que pertenece a la especie humana, que comienza a desarrollarse de manera continua y autónoma, permaneciendo él mismo hasta su muerte natural.

Recientemente, la prestigiosa revista National Geographic, editó un vídeo, titulado ‘En el vientre materno’, gracias a las modernas técnicas fotográficas, mostrando el fascinante proceso de gestación de un bebé al introducir una micro-cámara en el útero de una gestante.

Sin embargo, en España parece que para algunos partidos políticos y ciertos medios de comunicación lo moderno y progresista sigue siendo defender el aborto.

Seguramente usted habrá podido tomar conocimiento a través de la prensa, radio y televisión del escándalo de algunas clínicas abortistas de Madrid y Barcelona, que fueron denunciadas por la práctica de presuntos abortos ilegales.

Las técnicas que se utilizan en dichas clínicas para abortar a miles de niños no nacidos han sido ampliamente difundidas, creando, con toda razón, una alarma social.

Incluso, para no dejar rastro de este “crimen nefando”, como lo llamó el Concilio Vaticano II, en algunas clínicas abortistas, existen –según las denuncias– máquinas trituradoras conectadas directamente a los desagües para deshacerse de los “residuos biosanitarios”.

Ante esta clamorosa situación, gracias a Dios, se han levantado muchas asociaciones en defensa de la vida para protestar contra esta “matanza de inocentes” y sensibilizar a la opinión pública. Una de ellas ha sido S.O.S. Familia, que ha promovido una gran campaña de encartes en los periódicos, ofreciendo a los lectores información sobre esta tremenda realidad y dando la oportunidad a las personas para que firmen sendas tarjetas dirigidas a los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno, pidiendo una total rectificación de la actual política abortista.

Según los datos publicados recientemente por el Ministerio de Sanidad, en el año 2006 se cometieron 101.592 abortos, siendo que en el 97% de los casos, o sea, 98.500 niños no nacidos, de hasta 8 meses, se alegó “grave peligro para la salud física o psíquica de la madre”.

Ahora bien, hoy en día todo el mundo sabe que los riesgos de “peligro para la salud física o psíquica de la madre”, desde que se discutió la ley del aborto, hace ya 25 años, están disminuidos colosalmente. Estadísticamente, estos riesgos no son hoy significativos.

Por el contrario, lo que sí está demostrado son los traumas psicológicos y morales que casi universalmente perduran por años en las madres que han consentido en abortar su propio hijo.

Según noticias publicadas en la prensa, algunas clínicas abortistas, entre tanto, inducen cuanto pueden a las pobres víctimas a practicar el aborto y no les hablan de estos riesgos.

Como vimos anteriormente, hoy en día no se puede alegar el “derecho de la madre a disponer de su propio cuerpo”, porque el no nacido no es una parte del cuerpo de su madre y menos aún un conglomerado de células vivas; es otra persona que tiene tanto derecho a vivir como la madre.

Pero lo más cruel de todo esto es que muchos de los que ejecutan el aborto han montado una red de más de 100 clínicas, que ha convertido a España en el centro europeo del “turismo abortista”.

El papa Benedicto XVI nos ha exhortado: “Es necesario ayudar a las personas a tomar conciencia del mal intrínseco del aborto”, y advirtió que los políticos y legisladores “tienen el deber de defender el derecho fundamental a la vida… la vida no debe negarse a nadie, ni siquiera al más pequeño e indefenso nascituro”.

En fin, esperemos que las aguas turbulentas por las que España está atravesando vuelvan a su cauce y se empiecen a tomar medidas que defiendan realmente a la familia y a la vida.

Sembradores de acogida

(José Ramón Amor Pan-Doctor en Teología Moral y especialista en Bioética) No voy a ser yo quien niegue que en los últimos meses estamos asistiendo en nuestro país a una clara ofensiva abortista como hacía tiempo no sucedía. Y ya resulta curiosa la manera en la que los partidarios del aborto han arrimado el ascua a su sardina: de la detención de unos profesionales sanitarios por un presunto delito de aborto se pasó al más puro victimismo cuando, desde diferentes sectores de la opinión pública española, se exigió no sólo llegar al fondo del asunto en los casos llevados ante la Justicia, sino que se revisase si las labores de inspección que competen a las autoridades sanitarias se estaban realizando con la debida seriedad y rigor. Lo de los ‘progres’ sí que es maniqueísmo y conversión por agotamiento, pues todo esto coincidió con un nuevo intento de IU para legalizar el aborto en España con una ley de plazos. Recordemos que en España el aborto sigue siendo un delito, un mal no deseable sólo admitido –despenalizado– en tres supuestos como un mal menor.

Como se ha afirmado repetidamente, si siempre es difícil crear un clima de objetividad en todo debate bioético, la dificultad se incrementa cuando se toca el tema del aborto, y no resulta nada fácil abordar este asunto en un clima reposado y racional en el que no se mezclen vivas emociones e incluso actitudes agresivas. Como insistía Javier Gafo, SJ (de cuyo fallecimiento está a punto de cumplirse el séptimo aniversario), los católicos debemos tener una particular sensibilidad a la hora de enfocar esta cuestión y cuidar con esmero el lenguaje y la argumentación que utilizamos, sobre todo a la hora de manifestar nuestra postura ante aquellos que no comparten nuestro universo axiológico. Muchas actitudes y acciones promovidas desde grupos católicos en contra del aborto hacen un flaco servicio a la causa de la defensa de la vida y consiguen, por desgracia, el efecto contrario. En este como en tantos otros asuntos, a los católicos nos falta una cierta habilidad comunicativa en sintonía con aquella máxima evangélica que tanto me gusta recordar: “Sencillos como palomas, astutos como serpientes”. A este propósito, un ejemplo puede ser mejor que mil palabras. El Gobierno acababa de aprobar la comercialización en España de la píldora del día siguiente; recuerdo como si hubiera sido ayer mismo el horror que me produjo recibir a la salida de una iglesia madrileña una octavilla en la que se comparaba a quienes usaran dicho fármaco con un asesino que desde el balcón de su casa se pusiese a ametrallar indiscriminadamente a los que paseaban tranquilamente por la calle. Esta clase de metáforas no sólo son falsas en sí mismas y carentes de cualquier rigor filosófico, sino que, insisto, predisponen a nuestros conciudadanos en contra nuestra.

Yo creo que, además del lenguaje y de las formas, en cuestiones de Bioética nos falla también la estrategia. Ponemos demasiado énfasis en la batalla legal y menos en la testimonial, cuando está demostrado que las mejores épocas del cristianismo han florecido, precisamente, cuando los seguidores de Cristo se empeñaban más en la praxis y menos en el debate de ideas. Si queremos defender la vida humana más vulnerable, habremos de poner mayor empeño en ser sembradores de ternura, acogida, amor y respeto. Las actitudes agresivas sólo consiguen que nuestros contrincantes se enroquen todavía más en su postura y se nieguen siquiera a debatir con nosotros. Si demagogia sobra por un lado, tampoco el otro está exento de ella. Quiero acabar afirmando la necesidad de que quienes nos oponemos al aborto tengamos actitudes coherentes en otros temas en que la vida humana está amenazada: como decía Gafo, la Iglesia primera no sólo condenaba el aborto en un mundo en que éste era una práctica frecuente y comúnmente aceptada, sino que rechazaba la presencia de un cristiano en el ejército, se oponía a la pena de muerte e incluso cuestionaba la licitud moral de la legítima defensa. En una sociedad en la que la autenticidad ha sido sustituida por el cinismo, la ética por la estética y la argumentación por el eslogan publicitario, los cristianos deberíamos empeñarnos en ser silencioso ejemplo de coherencia. Por otro lado, no puedo menos de dejar constancia de mi preocupación por las lecturas parciales de la Historia y del Magisterio que son frecuentes en nuestros días en temas morales. Santo Tomás de Aquino decía gráficamente que un legislador que castigase toda falta moral correría el peligro de frotar demasiado una cicatriz, con el riesgo de hacer salir sangre.

Compartir