A mi amigo Tomás Muro

(Alfredo Tamayo Ayestarán– San Sebastián) Tomás, he leído tu artículo publicado en Vida Nueva hace unas semanas (“San Sebastián, una Iglesia que espera en la comunión”, nº 2.686, p. 16). Sabes que admiro tu saber teológico, tu honradez científica, tu amor crítico a la Iglesia. Quiero hoy tan sólo manifestarte mi opinión acerca de tu artículo.

Estoy muy de acuerdo contigo en lo que escribes acerca de la descristianización de nuestra diócesis, de una decadencia masiva de la fe que, a nosotros los creyentes que conocimos otros tiempos, nos hace sufrir mucho. Estoy contigo en que la nuestra es una Iglesia envejecida y pobre. No estaría tan de acuerdo en el poquísimo papel que otorgas al nacionalismo en la génesis de la situación de penuria cristiana que afecta a la diócesis guipuzcoana y en la ausencia de una mención al veneno nacionalista que ha provocado falta de compasión y solidaridad con las víctimas del terrorismo etarra.

En efecto, yo creo que en esta nuestra diócesis, sobre todo, el nacionalismo se ha convertido para muchos en eso que llaman una “religión de sustitución” con su fe, sus absolutos, sus dogmas, sus imperativos y hasta su liturgia. Creo que también el nacionalismo está en el origen de un grave pecado de omisión, que es la indiferencia frente a las víctimas del terrorismo etarra.

Hace ya un tiempo, el obispo de Bilbao, junto con 250 de sus sacerdotes, hacían pública una declaración en la que solicitaban el perdón por su lejanía e indiferencia de años frente a estas víctimas del terror. Nada de esto ha tenido lugar en nuestra diócesis donostiarra por parte de sacerdotes y religiosos. El hecho me parece tanto más grave cuanto que es aquí en San Sebastián y sus alrededores donde la vesania etarra ha causado el mayor número de víctimas. Más de cien. A la hora de hacer un balance de nuestra pequeña historia diocesana a lo largo de estos años, hay que hacer mención de esta omisión. La proximidad y la solidaridad con las víctimas no ha sido para nada el fuerte de nuestro clero guipuzcoano.

Con todo afecto.

En el nº 2.689 de Vida Nueva.

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