A Mariano Arroyo

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Tu último destino fue, por especial interés de tu obispo, a la parroquia de la Virgen de Regla (…)Tú supiste asumir aquella riqueza de vida cristiana con sus ambigüedades, potenciando lo positivo y orientando sus limitaciones, con una experiencia pastoral en la que el Señor sabía que era tu última etapa de maduración para el Reino.”

Querido Mariano: Creo que la última vez que nos vimos en el metro de Puente de Vallecas fue la única en la que no coincidíamos en nuestros análisis socio-político-pastorales. Por entonces se realizaba la campaña preparatoria del referéndum sobre la reforma política del post-franquismo. En ella, la izquierda había optado a favor de la ruptura y en contra de la reforma. Por eso, pedía el no. Gracias a Dios, salió que sí, y la política se encauzó por los caminos de la transición, de cuyos frutos aún estamos viviendo.

Después, con tu incansable espíritu misionero, saliste para Chile, donde trabajaste en las zonas más deprimidas del desierto de Atacama, y años después, culminaste tu itinerario de servicio a los más pobres en la Iglesia de Cuba.

Desde hacía varios años, tenías la costumbre de enviarnos cada año a un grupo de amigos unas cartas circulares, analizando la situación de aquellos pueblos y aquellas iglesias, siempre con tu admirable lucidez y tus criterios a la vez prudentes y valientes. Y hete aquí que tu último destino fue, por especial interés de tu obispo, a la parroquia de la Virgen de Regla, filial del famoso santuario de ese nombre en Chipiona, Cádiz. Recuerdo que en un aparte que me escribiste en la carta circular me hablabas de la impresión que te causó el encontrarte al frente de esa corriente de religiosidad popular que antes te resultaba un poco distante y desde luego muy distinta a la que predominaba en las parroquias obreras de Vallecas. Tú supiste asumir aquella riqueza de vida cristiana con sus ambigüedades, potenciando lo positivo y orientando sus limitaciones, con una experiencia pastoral en la que el Señor sabía que era tu última etapa de maduración para el Reino. Y ahora, unas manos ciegas, cuyo perdón tú mismo habrás pedido, te dieron con tu pasión y tu muerte el viaducto para el Cielo, culminando así tu carrera cristiana ¡Enhorabuena! Hasta que espero nos veamos, un abrazo de tu buen amigo, Alberto.

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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