Objetar también debe ser legal

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

La ministra de Sanidad y Políticas Sociales, Trinidad Jiménez, decía en el Foro Nueva Economía que no cabe la objeción de conciencia para los farmacéuticos ante la píldora del día después. Apelaba a la Constitución, que sólo la contempla ante el Servicio Militar Obligatorio, ya obsoleto. Los socialistas, que en los años jóvenes tuvieron la objeción de conciencia como joya de la corona, atan en corto y mandan callar a quienes apelan a ella por motivos ideológicos o religiosos. Es más: dijo algo que me hizo saltar del asiento. Pese a su estilo ágil y agradable, soltó los papeles y espetó al auditorio: “En mi vida, ha sido fundamental creer que la libertad consiste en depender sólo de la Ley”. Por supuesto, con matices. La historia está llena de hombres “libres” que, con la ley en la mano, esclavizaron a pueblos enteros. La objeción de conciencia entrará en juego en la aprobación de la Reforma de la Ley del Aborto, y si no es así, se cometerá una tropelía, como sucede con otros tantos asuntos que afectan al fuero interno de la persona. Hay cosas, ministra, que no están fuera de la ley. Ya lo dijo en 1985 el Tribunal Constitucional con una sentencia con rango jurídico. Hablando de la objeción de conciencia, la definió como un derecho que existe y que puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado o no tal regulación. Forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa. La Constitución es directamente aplicable, especialmente en materia de derechos fundamentales. Quieren ser libres quienes defienden su derecho con esta sentencia tan legal.

Publicado en el nº 2.679 de Vida Nueva (del 17 al 23 de octubre de 2009).

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