Mocoa: un llamado a la conciencia después del alud

El testimonio del padre Édgar Parra, sobreviviente de la avalancha ocurrida a fines de marzo, en los humildes barrios de Mocoa.
En el 2015 se alertó que la población estaba en zona de riesgo.

La noche del 31 de marzo comenzó a llover en Mocoa a eso de las nueve. Pasadas las once, el padre Édgar Parra estaba durmiendo. Una bulla lo despertó. Jóvenes del albergue, con quienes vivía, le advirtieron sobre el aumento de caudal en el río, situado a escasos metros de su casa. Instantes atrás, cuando regresaban en moto, la crecida había estado a punto de arrastrarlos. Édgar se asomó a la ventana y pudo comprobar la inminencia de la avalancha. Salió a la calle y, junto con los jóvenes, intentó escapar en su camioneta. El alumbrado eléctrico se apagó; varios perros, despavoridos, corrían buscando refugio; la suma de lodo, piedras y material de arrastre golpeó el vehículo. Prefirieron correr, fueron alcanzados por el alud, pero lograron ponerse a salvo y llegar al barrio El Carmen, donde se encontraron con otras personas en la gruta de la Virgen. El llanto y los pedidos de auxilio se mezclaron con las oraciones. La avalancha rodeó el lugar y debieron pasar la noche en vela.

El alud destruyó 17 barrios de Mocoa, habitados en gran medida por personas en condición de pobreza, quienes se asentaron junto a quebradas o ríos, luego de sufrir desplazamientos forzados, como efecto del conflicto armado interno que vive el país. Si bien al cierre de esta edición se hablaba oficialmente de 311 personas muertas; 262, heridas; y decenas de desaparecidas, otras serán las cifras con el avance el tiempo.

Gustavo Wilches-Chaux, ambientalista, experto en gestión del riesgo, atribuye las causas de la tragedia a problemas de ordenamiento territorial en la región. Un informe preventivo publicado en 2015 por parte de la Procuraduría General de la Nación advertía que 63% de los municipios del país no habían actualizado sus planes de ordenamiento territorial y que el 82% habían reconocido que tenían población asentada en zonas de riesgo.

Hace tres años hubo noticias en Mocoa de que un desastre podría ocurrir si no se prestaba atención el represamiento de la quebrada La Taruca, uno de los afluentes del río Sangoyaco. En sus homilías en la catedral de la ciudad, el padre Édgar se hizo eco de las advertencias del periodista Jorge Kuaran. Sin embargo, el alcalde del municipio lo calificó de paranoico.

Con el amanecer del primer día de abril, el sacerdote tuvo una primera imagen de la estela de muerte dejada por el alud. Al llegar al centro de la ciudad y enterarse del impacto de la avalancha entró en shock. Había intentado mantenerse fuerte las horas anteriores, pero se quebró. Entre las víctimas fatales: feligreses, catequistas, animadores y vecinos. Sobreponiéndose a lo ocurrido, Édgar se unió desde el primer momento al comité creado por la Diócesis de Mocoa-Sibundoy para hacer frente al desastre y mover la solidaridad del mundo. No ha habido tiempo para entregarse al dolor.

Ayuda urgente

La Iglesia local se ha volcado en la atención de los damnificados, la búsqueda de los desaparecidos y las honras fúnebres de quienes perdieron la vida. El padre Édgar Parra, director de la pastoral social, recomienda donar, particularmente, elementos de aseo, comida, agua potable y pañales para bebés y ancianos. Cáritas Colombia envió dos especialistas en manejo de riesgo y emergencias para coordinar acciones y socorrer a las víctimas. La institución también se ha propuesto canalizar ayudas económicas. Para mayor información al respecto, se puede escribir a flormariabaron@cec.org.co.

Miguel Estupiñán

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