¿Venezuela hacia el abismo?

manifestación protesta en Venezuela contra la decisión de Nicolás Maduro y el Tribunal Supremo de anular el Parlamento

“Ciertamente, estamos en una crisis política y social, pero es, por encima de todo, espiritual”

manifestación protesta en Venezuela contra la decisión de Nicolás Maduro y el Tribunal Supremo de anular el Parlamento

Protestas contra la última sentencia del Tribunal Supremo

BALTAZAR E. PORRAS CARDOZO, cardenal arzobispo de Mérida (VENEZUELA) | La crisis venezolana se desliza por un despeñadero que no hace sino aumentar la grave situación que estamos viviendo. Pareciera que en el oficialismo no existe otro interés sino el de perpetuarse en el poder sin tomar en cuenta las necesidades de la gente ni el respeto a la institucionalidad y las leyes. Con razón, es cada vez mayor el epíteto de dictadura totalitaria que se le endilga al régimen presidido por Nicolás Maduro.

Se han encendido las luces rojas de la comunidad internacional latinoamericana con la convocatoria de la Organización de Estados Americanos (OEA) para discutir la situación de la democracia en Venezuela. De forma unilateral, el Ejecutivo, en connivencia con los otros poderes públicos, con la excepción del Parlamento, han incumplido con el mandato constitucional de convocar a elecciones regionales.

Todos los sondeos de opinión señalan un claro descontento por la gestión gubernamental, lo que anuncia una aplastante derrota que no está dispuesto a asumir. Cada vez son más los países del hemisferio que solicitan que se cumpla con los parámetros que definen una democracia, lo que está desdibujado en el presente. Las destempladas intervenciones de los representantes de Venezuela han acelerado el rechazo de los países hermanos, algunos de los cuales han retirado a sus embajadores.

Para colmo, las últimas sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) han buscado quitar la inmunidad parlamentaria de sus integrantes y, aún más allá, eliminar la existencia misma del Parlamento, trasladando sus atribuciones al propio tribunal y al poder ejecutivo. La respuesta no se ha hecho esperar. A nivel internacional y nacional, el repudio ha sido general, pues se ha estimado que se estaba fuera de la Constitución y, por tanto, se rompía el hilo institucional, lo que daba pie a una represión mayor como la que ya hay contra los periodistas y fotógrafos que cubren los hechos en la calle.

La presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) ha emitido un comunicado en el que se afirma que estas ejecutorias lesionan profundamente la convivencia ciudadana, desconocen la soberanía popular y marginan los derechos humanos. Son siempre los más débiles de la cadena social, los pobres, los que sufren las consecuencias de los desmanes del poder.

El olvido y marginación de las necesidades reales de la población han sido una constante en esta crisis. Se niega como inexistente la falta de alimentos y de atención médica; se atribuyen a fuerzas externas al Gobierno las causas de todos los males; se restringe el derecho de información y la libertad de prensa porque, se dice, hay una campaña orquestada para desestabilizar al Ejecutivo.

La indefensión es total, pues no hay instancias a las cuales se pueda recurrir para defender los derechos ciudadanos. Las instituciones públicas se mimetizan todas en lo que el Ejecutivo decida, produciendo un vacío grande, que genera desconfianza y falta de credibilidad.

Ciertamente, estamos en una crisis política y social, pero es, por encima de todo, espiritual. Por ello, hay que catalogarla de moralmente inaceptable. La democracia venezolana es una caricatura que, bajo el lema de socialismo del siglo XXI, deja huérfana a la ciudadanía. Las muertes no se restringen a las provocadas por la violencia, sino que hay que sumar las muertes por desnutrición y/o falta de atención médica adecuada. Y luego está el drama, cada vez mayor, de los miles de compatriotas que prefieren emigrar, no importa a dónde, rompiendo así los vínculos familiares y la desazón ante la ausencia de los seres queridos.

La cercanía de la Semana Santa es una invitación a hacer de la oración y las prácticas piadosas un ejercicio de discernimiento y de experiencia comunitaria de solidaridad samaritana. La Campaña Compartir de este año, programa de la Pastoral Social-Cáritas, tiene como lema Las ollas solidarias, dando rienda suelta a la creatividad y generosidad de la gente, siendo un testimonio que alienta la esperanza y nos abre a una fraternidad que parecía borrada por la prédica constante de marginación, producto de un lenguaje belicista: quien no está conmigo, es mi enemigo, y al enemigo hay que eliminarlo.

Cobra mayor vigencia lo expresado en la exhortación pastoral del Episcopado del pasado enero, donde se afirma que la causa de la crisis que vivimos es el sistema imperante, de corte marxista y totalitario, fracasado en el pasado en el mundo entero y desenterrado por los populismos mesiánicos que lamentablemente han pululado en América Latina en los inicios del tercer milenio.

No hay paz sin reconciliación, y esta solo es producto de la capacidad de concertación de las partes en conflicto. Que este calvario que vive el pueblo venezolano sea experiencia de desierto, purificadora, que sirva de aprendizaje para que la auténtica moral y los principios éticos, humanos y cristianos alumbren un futuro más risueño, donde la justicia y la equidad sean el norte.

Marcha atrás de Maduro

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | El alud de críticas a la decisión del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de quitar al Parlamento (en el que la oposición es mayoría) sus atribuciones y otorgárselas al Ejecutivo, así como acabar con la inmunidad de los parlamentarios, ha sido tal que el propio organismo judicial ha debido dar marcha atrás y, en un plazo de horas, el 1 de abril, ha revocado su disposición.

La Organización de Estados Americanos (OEA) había convocado una cumbre de emergencia para analizar la situación y varios gobiernos habían ordenado retirar a sus embajadores.

A nivel interno, el Consejo de Defensa de la Nación había reaccionado pidiendo una revisión de las sentencias. Postulado similar al de la Fiscalía General de la República. Con este significativo revés, Nicolás Maduro, que controla el TSJ, ha quedado retratado en su pretensión de acabar con una Asamblea Nacional a la que considera “en desacato”.

Publicado en el número 3.031 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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