Los protestantes y la paz en Colombia

En el marco de los 500 años de la Reforma Luterana, Milton Mejía, secretario general del Consejo Latinoamericano de Iglesias y profesor de teología de la Corporación Universitaria Reformada, comparte con los lectores de Vida Nueva una lectura de la historia de los protestantes en Colombia, desde el ángulo de su contribución a la construcción de la paz.

La Iglesia Protestante llegó a Colombia en un tiempo de conflictos entre grupos políticos que gobernaban para mantener una sociedad colonial tradicional −organizados en lo que era en ese momento de la historia el Partido Conservador− y los liberales, que buscaban desmontar el Estado colonial para establecer una sociedad republicana moderna. En este conflicto, la Iglesia Católica jugaba un rol clave, ya que, junto con el Ejército, era uno de los pilares del sistema colonial, por su poder religioso e ideológico y su dominio sobre la población, y como poseedora de muchas tierras.

La Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos inició su misión en este contexto en 1856 con la presencia del misionero Henry Pratt, quien introdujo el énfasis protestante acerca de que para lograr ser un ser humano que refleje la imagen de Dios no se necesita solo una iglesia, sino, además, escuelas. Pratt tenía la concepción de que para resolver los problemas de violencia que generaba el conflicto que vivía el país se necesitaban escuelas que garantizaran una educación laica; por lo cual inició primarias para niños y clases nocturnas dirigidas a los artesanos.

Así, la Iglesia Presbiteriana inició colegios en varias ciudades y zonas zurales, rompiendo con el método tradicional memorístico y de la obediencia e implementando una pedagogía activa. Si bien las escuelas inicialmente estaban dirigidas a los sectores más pobres, en varios lugares tuvieron acogida entre los grupos con mejores condiciones económicas, por los enfoques educativos modernos e innovadores. La Guerra de los Mil Días estalló en 1899 y durante este tiempo se cerraron los Colegios Americanos en Bogotá y Barranquilla, ya que el Partido Conservador, que estaba en el poder, cerró los colegios que consideraba liberales. Posteriormente, estos colegios protestantes reabrieron sus servicios educativos y, además de los colegios para varones, iniciaron escuelas para ofrecer educación a las mujeres. En estos colegios introdujeron la enseñanza del inglés, el comercio, el deporte como parte de la pedagogía; después, implementaron la educación mixta; y en Bogotá se contribuyó con la organización de la primera Unión Obrera. Con esta práctica educativa la Iglesia Presbiteriana introdujo en Colombia la tradición protestante, que desde sus orígenes ha considerado que un ser humano educado puede construir con mayor facilidad una sociedad democrática que viva en paz.

Además de los Colegios Americanos, los presbiterianos iniciaron iglesias y construyeron templos que permitieron una nueva forma de vivir y celebrar la fe cristiana de acuerdo con la tradición protestante. En los sectores urbanos y rurales donde estaban estas iglesias iniciaron proyectos sociales de apoyo a la población más pobre, clínicas para ofrecer un mejor servicio de salud y centros de atención para mujeres y ancianos.

Durante el tiempo de La Violencia, que se inició a mediados de la década de los cuarenta del siglo pasado, en Colombia ya había presencia de otras iglesias protestantes, como la Presbiteriana Cumberland Bautistas, la Luterana, la Metodista Wesleyana y los Menonitas. Estas iglesias fueron perseguidas, sus templos fueron quemados y muchos de sus pastores y líderes fueron asesinados por grupos políticos armados conservadores que las ubicaban al lado de los liberales. Pero mantuvieron su trabajo social y educativo dirigido a los sectores menos favorecidos y en 1950 fundaron la Confederación Evangélica de Colombia, hoy CEDECOL, para trabajar la libertad e igualdad religiosa.

En la década de 1970,  cuando recién empezaban las guerrillas con las cuales hay diálogos de paz en estos momentos, un grupo de pastores protestantes e investigadores sociales insatisfechos con la ciencia social tradicional, convocados por Orlando Fals Borda, miembro de la Iglesia Presbiteriana, constituyeron La Rosca. Según Gonzalo Castillo, teólogo presbiteriano y uno de sus integrantes, La Rosca buscaba contribuir con “una ciencia social comprometida o investigación militante mediante la inserción del investigador en la base popular, siguiendo una metodología inseparable de los grupos sociales con los cuales trabaja: urbano, indígena, negro/mulato… La inserción buscaba identificar los grupos claves, encontrar las raíces históricas de las condiciones presentes, para luego devolver a ellos los resultados”.

Mujeres vinculadas a los procesos animados por Sembrando Paz en Montes de María

Castillo señala que “así el método de estudio-acción patrocinado por La Rosca nos lleva a sucesivos esfuerzos en la lucha por la justicia social y económica. Estos fueron los orígenes de la IAP (Investigación Acción Participativa), que Orlando habría de refinar como resultado de su práctica en la Costa Atlántica y de sus varias publicaciones, hasta convertirse en un verdadero movimiento ecuménico entre aquellos científicos en todo el mundo unidos por la visión IAP, que culminó en un Congreso Mundial de sociología en 1977”. En el contexto de la Guerra Fría quienes hicieron parte de La Rosca fueron acusados de comunistas y les tocó seguir con su compromiso por la paz en otros espacios de la sociedad en Colombia o fuera del país.

En los últimos 30 años, las experiencias más recientes de sectores protestantes en la búsqueda de la paz en Colombia se ubican a nivel de la participación de líderes protestantes en la elaboración de la constitución de 1991, que reconoce y protege el derecho a la libertad religiosa y de cultos. Además, se puede mencionar el trabajo de la Comisión de Paz de CEDECOL, que, liderada por el Centro Cristiano para la Justicia y Acción no Violenta-JUSTAPAZ, de la Iglesia Menonita, ha propiciado educación para la paz y un acercamiento con las guerrillas para promover y facilitar diálogos que pongan fin al conflicto armado en Colombia. Otra experiencia significativa fue el Plan de Paz en Colombia que promovió el Consejo Latinoamericano de Iglesias con participación de las Iglesias Presbiteriana, Luterana y Menonita, a finales de la década de 1970.

A inicios del nuevo siglo se constituyó la Red Ecuménica de Colombia, con el propósito de trabajar la paz desde la perspectiva de la incidencia por la justicia, los derechos humanos y el acompañamiento a comunidades víctimas de la violencia. A finales de la primera década del siglo XXI los presbiterianos de Colombia y Estados Unidos crearon un programa de acompañamiento para la paz y, con participación de otras iglesias, se organizó el Programa Ecuménico de Acompañamiento para la Paz en Colombia (PEAC), con la cooperación de la familia protestante de Estados Unidos y Europa.

Durante los últimos años, en los diálogos y acuerdos de paz entre el gobierno colombiano con las FARC y el ELN, iglesias protestantes, organizadas en el Dialogo Intereclesial por la Paz en Colombia (DIPAZ), con el apoyo de la comunidad ecuménica internacional, han actuado de manera permanente para acompañar estos procesos de diálogo y la implementación de los acuerdos logrados hasta el momento.

Milton Mejía
Secretario General del CLAI

FOTOS: Sembrando Paz

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