La Semana

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

En la mayor parte de nuestros pueblos, la Semana Santa es la fiesta más esperada. Es la semana mayor, la más importante y querida. Como si de una peregrinación anual se tratara, se van preparando las gentes para el gran encuentro de la Semana Santa. Tiempo para la celebración de la fe, para el perdón y la reconciliación, para asumir con mayor responsabilidad todo lo que significa creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Redentor de los hombres. Pues no se ha de olvidar que la razón de ser de la Semana Santa no es otra que la memoria pascual del misterio de Cristo, muerto por los pecados de los hombres y resucitado para la salvación de todos.

El capítulo de la religiosidad popular y de las hermandades y cofradías aparece como una de las expresiones más visibles de la fe de nuestro pueblo. Lo religioso, de una u otra manera, está presente en el interés social. Unas veces para la estima y muchas para el denuesto. Aunque también será necesario matizar sobre el objeto de ese amor o de ese rechazo. Habrá que separar el trigo de Dios de la cizaña que ponen los hombres, los grupos proselitistas, los creyentes sin alegría ni compromiso, los ateos, los arribistas y aprovechados de siempre.

Lo religioso está en el alma de nuestro pueblo. A veces, en el contexto de unos contrastes muy significativos: la mayor parte de la población se confiesa católica y, al mismo tiempo, con los índices más bajos de práctica religiosa dominical; multitudinarias manifestaciones religiosas externas y escandalosos índices de pobreza y marginación; maravillosos templos y sorprendentes carencias de estructuras adecuadas para el diálogo entre la fe y la cultura; numerosas hermandades y cofradías y escasa participación en asociaciones y movimientos apostólicos; abundancia de signos religiosos y más que señales de un creciente laicismo.

No se trata de presentar disyuntivas maniqueas o la vertiente positiva o negativa de la religiosidad popular, sino de reflexionar sobre la fe cristiana y el modo de vivirla con autenticidad en medio de una sociedad plural, intercultural, interreligiosa. Pero sin utilizar esa diversidad para marginar lo cristiano, bajo el hipócrita pretexto de no querer herir la sensibilidad de quienes piensan de otra manera.

Fe y religiosidad están en la esencia, tradición y futuro de nuestra Iglesia. Nos acercaremos a esa realidad con la responsabilidad de vivirla con sincera devoción y ejemplar testimonio cristiano.

Publicado en el número 3.030 de Vida Nueva. Ver sumario

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