EN VIVO – Faros de la dignidad de la mujer… entre balas

Las Siervas de San José buscan ser un oasis de paz en el convulso Congo de Kabila

Por Miguel Ángel Malavia

Hoy, un día en la República Democrática del Congo, en plena ebullición por la inestabilidad provocada por la anunciada salida del poder del dictador que nunca termina de concretarse, lleva a que nunca se sepa con certeza qué puede deparar ese amanecer. “El 19 de diciembre fue un día tranquilo. Incluso nos sorprendió, porque nos habíamos preparado y esperábamos lo peor… La sorpresa la tuvimos al día siguiente. Bien temprano, grupos de jóvenes salían de todas las calles de nuestro barrio y se concentraban en la avenida principal, Upemba. Comenzaron a incendiar gomas, vehículos, cualquier cosa que pudiera mostrar su indignación. El plazo había expirado a media noche: Joseph Kabila debía dejar la presidencia y no lo había hecho. Había pasado el año electoral y no había convocado los sufragios… En cambio, sí trató de cambiar la Constitución para mantenerse en el Gobierno”. Este es el repaso de la misionera cubana Midyala Martín, de las Siervas de San José, de los acontecimientos que llevaron a una ola de protestas en todo el país a final del año pasado, y que se cerró del peor modo posible: “con la muerte de muchos jóvenes”.

 

Sin embargo, en medio de esa catarsis, y gracias en buena parte a la mediación de la Conferencia Episcopal Congoleña, que se volcó en las negociaciones entre el Gobierno y la oposición para evitar un baño de sangre. El último día de 2016 se alumbró lo que parecía una buena noticia: los dos grupos enfrentados suscribían un acuerdo de transición por el cual Kabila seguiría siendo presidente unos meses más, aunque con el compromiso de convocar para 2017 unas elecciones a las que él, por haber agotado los dos mandatos que fija la Constitución, no podría presentarse. Por lo visto ahora, parece que, dos meses después, solo se trató de una treta del mandatario para ganar tiempo… Los comicios aún no están convocados y, por contra, la violencia se está generalizando en las últimas semanas en el país.

De hecho, cuando Vida Nueva se contacta con Midyala para saber sobre el estado de la crisis, el día anterior su comunidad había sido atacada e intentaron quemar la casa: “Un grupo de nueve jóvenes, manipulados por los políticos, entraron en nuestro hogar, destruyendo las puertas del taller y de la residencia. Hemos vivido un momento muy tenso y de mucho miedo”. Y continúa: “Esta es una región muy poblada, formada principalmente por emigrantes de la provincia del Kasai. La situación económica es muy difícil, porque no hay trabajo y las personas viven de sus pequeños comercios”. Pero lo peor es la situación de las niñas y las jóvenes: “Es muy difícil. Tradicionalmente, la joven es considerada como destinada a ‘otra familia’, puesto que un día se casará. Por eso, los padres no tienen prisa en invertir en su educación y ellas siguen siendo las víctimas principales de los males que sufre el país”.

 

Encarnadas en la emancipación

Pese a las amenazas que las acechan cada día, estas Siervas de San José, cuya comunidad fue fundada en 1996 y actualmente es el noviciado de la zona, buscan ser un oasis de paz y defensa de los derechos más básicos: “Somos cinco religiosas de cuatro continentes: dos congoleñas, una española, una filipina y yo, que soy cubana; también hay otra joven en formación. Nuestro trabajo fundamental, además de la formación de las jóvenes que aspiran a ser Siervas de San José, es la promoción de la mujer. Tenemos dos proyectos principales. El primero es un taller para las jóvenes, donde, durante tres años, reciben una formación básica en francés, matemáticas, religión y educación a la vida. Además, aprenden corte y confección, un oficio que puede ayudarlas luego a ganarse la vida”. Las destinatarias de este proyecto son jóvenes locales que no han podido ir a la escuela, que vienen de otras provincias o que viven en las casas de algún familiar que, en la práctica, las tienen trabajando como sirvientas.

“El segundo proyecto –rememora a Vida Nueva– nació durante la canonización de la madre Bonifacia, nuestra fundadora. Entonces, la congregación quiso tener un gesto solidario en favor de la mujer congoleña, para lo que se aportó un dinero para crear un proyecto a su favor. Así fue como, en 2012, surgió nuestro taller de producción, que hoy da trabajo a un pequeño grupo de mujeres y hermanas; en él se confeccionan todo tipo de ropas y ornamentos sagrados”.

Con todo, lamenta, les es muy difícil sustraerse a la situación del país, que “es muy compleja y cada vez parece más enconada. Pese a los acuerdos del 31 de diciembre, la solución al conflicto está cada vez más lejana. El principal opositor, Etienne Tsisekedi, acaba de morir en Bélgica el 1 de febrero, lo que vuelve a dejar al país en la incertidumbre”.


Las consecuencias son dramáticas, especialmente para los cristianos. El cardenal Laurent Monsengwo, arzobispo de Kinshasa, denuncia una oleada de persecución que ya han sufrido en el seminario de Malole y, en Kanaga, las religiosas carmelitas. La nunciatura y la ONU se suman a las protestas, denunciando profanaciones de templos. Algo que le duele a Midyala: “Los que nos atacan en todo el país responsabilizan a la Iglesia del estancamiento de la situación política. Mientras, el pueblo congolés y, sobre todo, la mujer siguen sufriendo las consecuencias de toda esta situación: pobreza extrema, falta de trabajo, inseguridad, injusticia y violación de los derechos humanos más elementales”.

 


Madre Bonifacia, ¿patrona de las trabajadoras?

Que Bonifacia Rodríguez de Castro, la madre Bonifacia (1837- 1905), sea declarada Patrona de la Mujer Trabajadora, es algo que, a nivel eclesial, apoya tanto la congregación por ella fundada, las Siervas de San José, como la Conferencia Episcopal, que lo ha solicitado a la Congregación para el Culto Divino. Desde Madrid, la Sierva de San José Victoria López Luaces explica a Vida Nueva hasta qué punto su testimonio de vida es iluminador: “Comenzó con 15 años a trabajar como cordonera. Su padre había muerto y había que ayudar en la economía familiar. Al mismo tiempo, junto al jesuita Francisco Butinyà, fundó nuestra congregación con el fin de ocuparse de la evangelización y promoción de la mujer trabajadora pobre que expone a peligros su personal dignidad”.

La gran preocupación de la madre Bonifacia fue que las mujeres atendidas aprendan un oficio que pueda garantizar su autonomía. De hecho, este es el eje de la obra de la congregación en todas sus misiones, repartidas por todo el mundo. Y eso que a la fundadora no le fue fácil en su tiempo: “Pronto la rodearon serias dificultades porque el superior eclesiástico no entendía la propia entraña evangélica del proyecto. Finalmente, quiso cambiar incluso los fines de la congregación y promovió su destitución como superiora. Bonifacia no protestó, pero tampoco se rindió. Sufrió una persecución, dejándola aislada en la nueva comunidad de Zamora. Pero, como Jesús, a las acusaciones falsas respondió con el silencio; a las injusticias, con amor fraterno; a las mentiras, con el perdón”.

Concluye López Luaces, la madre Bonifacia es un modelo interpelante: “Madre y maestra de trabajadoras, vela desde Dios por las que fueron en su vida ‘las niñas de sus ojos’. La mujer trabajadora tiene en ella un referente, un testigo, una protectora”.

 

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