El milagro de ‘san’ Romero: la paz en El Salvador

dos señoras rezan y visitan una exposición sobre beato Óscar Romero

Las autoridades crean una ruta turístico-religiosa que fomente su culto, mientras avanza el proceso de canonización

Gregorio Rosa Chávez obispo auxiliar de San Salvador rezando ante la tumba del beato Óscar Romero

El auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, ante la tumba de Romero

JOSÉ ANTONIO VARELA VIDAL (SAN SALVADOR) | Si bien el Arzobispado de San Salvador anunció ya el cierre de la fase diocesana con un “posible milagro” atribuido al beato Óscar Arnulfo Romero –se trataría de una mujer salvadoreña embarazada a la que le salvó la vida y la de su hijo–, se prefiere esperar a que la figura del mártir salvadoreño cale más entre pastores y fieles, y se alce como un “testigo heroico del Reino de Dios”, en palabras del papa Francisco.

Uno de los que lo espera es el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, quien nos recibe en su modesta sala de trabajo, rodeado de recuerdos y fotos junto al beato, al que conoció desde seminarista y presbítero, habiendo hospedado a su obispo cuando fue rector del seminario. Como es su costumbre, nos trae libros, almanaques y estampas para regalar, junto a los audios con las homilías y el diario personal que el arzobispo martirizado grabó durante años.

Rosa Chávez busca reconciliar la auténtica figura de Romero con lo que se dice de él o lo que se calla. No obstante, la negación y el silencio ante su sacrificio y su figura han sido una constante en los últimos 37 años; por lo que el tiempo ha sido, y deberá ser, el que justifique su definitiva subida a los altares.

Muchos se oponen a una canonización “exprés” del beato que después alimente la crítica a su figura, en el sentido de que habría sido favorecido por un papa latinoamericano o por la presión mediática. Mejor es dejar que fluya la verdad, pues, si no –como dijo Francisco a los obispos salvadoreños–, habrían matado a Romero dos veces: con una bala asesina “y con la piedra de la calumnia”, principalmente ante las autoridades.

Estos hechos los corrobora el propio Rosa Chávez con las muchas personas que en los confesionarios piden perdón por el modo en que denostaron la figura del mártir o no dijeron la verdad sobre la información que poseían, a fin de limpiar sus conciencias. Una de ellas fue el excapitán Álvaro Saravia, quien hace poco relató cómo mataron a Romero. Su arrepentimiento, grabado en audio, confirmó lo que concluyó la Comisión de la Verdad acerca de un escuadrón de la muerte que habría asesinado al arzobispo, poniendo de relieve el indiscutible martirio por odio a la fe.

dos señoras rezan y visitan una exposición sobre beato Óscar Romero

Dos mujeres en una exposición de objetos sobre el beato

Primer centenario del nacimiento

La figura del beato Romero sigue muy presente entre los salvadoreños. El ciudadano de a pie lo recuerda como alguien “que defendió a los más pobres”, mientras que hay quienes enarbolan su figura como el “artífice de la paz” en el pequeño país centroamericano, pese a que esto le costara la vida. No faltan los que siguen criticando que una autopista y el nuevo aeropuerto lleven su nombre, aunque a mucha gente le parezca un tributo justo a alguien “con quien nos sentíamos protegidos” en tiempos en que la resistencia a la dictadura tenía un precio: la muerte.

Con motivo del primer centenario de su nacimiento, el próximo 15 de agosto, las autoridades quieren inaugurar una ruta turístico-religiosa que fomente su culto y pueda unir más al país. Se trataría de una visita a los lugares relacionados con su nacimiento en San Miguel o la Diócesis de Santiago de María –en el departamento de Usulután–, que lo tuvo de obispo, para terminar en San Salvador, donde fuera obispo auxiliar, arzobispo y mártir.

Aunque se reconoció tardíamente que a Romero “se le dejó solo”, aquello no fue así entre los que lo protegían, lo escondían o lo defendían de las calumnias. También estuvieron aquellos que seguían fielmente sus enseñanzas desde la catedral o a través de la radio. Esto era algo que sostenía a la gente, advertía a los violentos y daba esperanza a los amenazados.

Hubo quien desde su pueblo aprendió a quererlo siendo niña, a difundir sus mensajes –con el mismo riesgo que implicaba llevar su foto–, y a moldear su vocación a través de las homilías del arzobispo transmitidas por la radio, que con su violenta muerte fueron truncadas, “dejándonos desamparados”. Este es el testimonio alegre y valiente de la hermana Reyna Angélica Zelaya, fundadora y superiora general de una congregación religiosa inspirada en la figura del beato y mártir.

Lo que pocos saben es que la espiritualidad de monseñor Romero se ha vivido desde 1995 entre las paredes de un convento, y más allá; esto es, cuando la nueva congregación Siervas de la Misericordia de Dios asistía a marchas conmemorativas con el fin de preservar su memoria entre el pueblo de Dios, evitando que los grupos políticos o insurgentes se apropiaran de su figura.

Fundada por una salvadoreña del campo, las “siervas” proyectan los valores evangélicos del beato a través de reflexiones con niños y jóvenes, obras sociales en parroquias, zonas marginales, hospitales, albergues, mercados y en una escuela donde Romero cruza de modo transversal los contenidos y las actividades educativas. Hoy estamos ante una obra sólida, con 36 religiosas que hablan con valentía de su beato inspirador y que anhelan como muchos ver el verdadero milagro de la canonización: la paz para la nación salvadoreña.

Visita guiada

Si hay un lugar que se debe visitar durante un viaje a América Latina es El Salvador, porque la razón de ser y actuar del beato Óscar Romero se encuentra perennizada en varios lugares del país. Al llegar, siga la ruta por los lugares simbólicos de su nacimiento, vida y martirio.

Al final de la peregrinación, en San Salvador, visite primero la capilla del hospital de la Divina Providencia, donde derramó voluntariamente su sangre. A pocos metros, podrá visitar la casa de tres habitaciones que mandaron a construir las religiosas Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, que le acogieron porque no tenía vivienda. Le conmoverá mucho la sencillez con que vivía, dormía y vestía el arzobispo metropolitano.

Terminada la visita, en quince minutos se llega a la cripta de la catedral de San Salvador, donde se venera la tumba del beato, obra cargada de simbolismo que fuera regalada por los fieles de Milán. Por último, encontrará allí la austera sede del prelado, así como el ambón desde donde predicó con valentía cada domingo hasta su martirio.

Publicado en el número 3.027 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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