Editorial

Al paso de todas las familias

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portada VN Entrevista a Kevin J. Farrell 3027 marzo 2017 pequeña

EDITORIAL VIDA NUEVA | Está al frente de una de las principales apuestas de Francisco en la reforma de la Curia. El cardenal Kevin J. Farrell es el prefecto del recién creado Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Este “superministerio” vaticano tiene entre manos asuntos vertebrales como la aplicación de Amoris laetitia. Así queda reflejado en la entrevista concedida a Vida Nueva, en la que subraya que la innovación de la exhortación va más allá de los debates doctrinales. Para él, la revolución radica en “cambiar la pastoral, el cuidado, la atención de la Iglesia hacia las familias, en especial aquellas más necesitadas de ayuda, apoyo y acompañamiento”.

Este salto que empapa toda la exhortación, no solo el capítulo VIII, pues supone abrir nuevos senderos para caminar junto a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y aquellos que conviven sin casarse, para respaldar a los recién casados, a quienes experimentan las dificultades de la paternidad, a los que ven desgastada su relación, y aquellos que ven resquebrajado su proyecto de vida por una separación, por la muerte…

Los padres sinodales ya expresaron la urgencia de atender a todas las familias, incluidas las que se hallan en situación “irregular”, para peregrinar con ellos, con la carga que cada cual lleva en su mochila. Ponerse las sandalias e iniciar este acompañamiento solo es la primera etapa de esta ruta. Por ello, no está de más recordar que salir a los caminos, a estos caminos, conlleva cambiar el paso y embarrarse, en tanto que la fragilidad suele estar poco transitada y, menos aún, asfaltada.

La apuesta de caminar
al ritmo de quienes viven una situación “irregular”
emana del Evangelio donde un Jesús peregrino
se hace el encontradizo con
quienes apenas pueden dar un paso,
para que se sepa su hermano, su familia.

Sin renunciar a una pastoral de máximos, prima adaptar el ritmo a cada realidad, lejos de un itinerario cerrado a velocidad de crucero que ignora altibajos, obstáculos y temporales. Este sendero del discernimiento está por explorar y lleva a la Iglesia a salir de sí misma, evitando autopistas de peaje excluyentes, pero también los atajos exprés.

Con este cambio pastoral se llega más tarde al destino, pero se culmina de la mano con todos, como Iglesia integrada no solo por justos, también por pecadores. Esta acogida emana directamente del Evangelio, donde un Jesús peregrino se hace el encontradizo con aquel que apenas avanza, para que se sepa su hermano, sin caer en relativismo alguno, simplemente asumiendo la realidad del otro, sin juzgar cuál es su punto de partida o lo lejos que se sitúa del magisterio eclesial.

Esta andadura conjunta convierte a la comunidad cristiana en bordón en el que estas familias saben que pueden descansar cuando las fuerzas flaquean, para que, como apunta Amoris laetitia, “nadie se sienta solo”. Redescubrir la vocación de cayado para todas las familias es, sin duda, una revolución.

Publicado en el número 3.027 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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