Orwell y Roth en la era de la posverdad

 

1984 y La conjura contra América: retratos literarios de nuestra sociedad

El 9 de noviembre del 2016 será una fecha que el mundo recordará. Como pocos esperaban, un hombre con un discurso radical sobre la migración, los derechos de las minorías y las libertades en el país del sueño americano, ganó las elecciones de Estados Unidos. La negación pronto se volvió irá y rechazo. La gente se abocó a las calles, porque la protesta fue el camino que muchos encontraron para asumir el duelo. Algunos periodistas, en un intento de salir del asombro y dialogar con la realidad que los sobrepasaba, se dieron a la tarea de entenderla a través la literatura. Dos libros retumbaron en los titulares de prensa de varios países y en las redes sociales: 1984 de George Orwell (1903-1950) y La conjura contra América de Philip Roth (1933). La razón es que ambos escritores, testigos de las guerras de su época, supieron develar mediante la novela las mentiras del totalitarismo, la manipulación política, el odio infundado y sus consecuencias. Hoy las obras de Orwell y Roth se han convertido en lecturas necesarias, porque, pese a la distancia entre épocas, sus ficciones siguen teniendo una muy nítida impresión de lo que pasa en nuestra sociedad.

Un libro mítico

La novela 1984, escrita en 1948, ha sido catalogada como una novela distópica (antítesis de la utopía). Junto a las obras Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury, 1984 compone la trilogía de la ciencia ficción distópica del siglo XX. La obra escrita por el periodista británico Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo George Orwell, relata la vida de Winston Smith, un trabajador del Ministerio de la Verdad. Esta institución tiene como finalidad “revisar” todos los textos que se publican, en especial los periódicos, para hacer “ajustes” a los acontecimientos. Por lo que el Ministerio de la Verdad, institución fundamental del Gran Hermano (epítome del único partido), tiene la potestad de modificar la Historia para hacerla coincidir con la versión oficialista y, por ende, manipular la memoria y el pensamiento de sus ciudadanos, a través de “hechos alternativos”. Además de falsear los acontecimientos, en el Ministerio de la Verdad, el partido oficial procura que la lengua que hablen sus ciudadanos sea la neolengua, pues la vieja lengua da lugar a múltiples interpretaciones y significados no deseados; por ejemplo, la palabra libertad en la neolengua está vaciada de todo sentido que indique libertad de pensamiento o libertad política, así que si la palabra no refiere a estos sentidos, los ciudadanos jamás pensarán en ello. Bajo el mismo concepto de usar sentidos únicos (aunque contradictorios) los eslóganes del partido reiteran “la guerra es la paz”; “la libertad es la esclavitud”; “la ignorancia es la fuerza”. Winston se percata poco a poco de las mentiras con las que funciona su mundo, de manera que intenta rebelarse, pero finalmente el Gran Hermano, mediante el Ministerio del Amor (donde se efectúan las torturas psicológicas), convierte a Winston en otro seguidor fervoroso del régimen. En un magistral prólogo para la edición de 1984, Umberto Eco sostiene que lo que hace Orwell en 1984 es “realizar una labor de ‘collage’ sobre un pasado creíble porque ya ha sido posible (…) e insinuar la sospecha de que el monstruo de nuestro siglo es la dictadura totalitaria y que, con respecto al mecanismo fatal del totalitarismo, las diferencias ideológicas en el fondo cuentan muy poco”. El semiólogo agrega que “la indignación y la energía visionaria dominan al autor y le hacen ir más allá de la ‘literatura’, de modo que Orwell no escribe tan solo una obra narrativa, sino un cult book, un libro mítico”.

“América primero”

En 2005, La conjura contra América recibió el premio de la Sociedad de Historiadores Americanos a “la novela histórica de tema americano más destacada”. A través de la voz de un niño judío de Newark, llamado Philip Roth, se relatan los sucesos históricos y ficticios que hicieron que un héroe de aviación, Charles Lindbergh, miembro del America First Committee (Comité América Primero), fanático aislacionista y cercano al pensamiento nacionalsocialista, ganara por mucho las elecciones de 1940 en Estados Unidos. También se relatan sus consecuencias: la instauración de un gobierno autoritario, ultraderechista y anticomunista que pacta cordialmente con Adolf Hitler la no intervención en la Alemania nazi y prescribe leyes antisemitas que llevan a la reducción de los judíos de los Estados Unidos y a la “renorteamericanización” de los niños judíos nacidos en América. En los recuerdos del pequeño Philip se van revelando la angustia de la minoría judía que se ve amenazada por la llegada de un presidente pronazi: “entonces los republicanos proclamaron a Lindbergh candidato a la presidencia y todo cambió” y la posterior negación, llena de miedo, de las familias judías una vez que Lindberg llega a la presidencia: “-¡No! Esa fue la palabra que nos despertó, un ‘¡no!’ gritado por una voz viril en cada vivienda de la manzana. No era posible. No. No para presidente de Estados Unidos”. A medida que avanza la novela se empiezan a revelar las mentiras que Lindberg contó a algunos rabinos judíos para que votaran por él, pues según Lindberg, lejos de lo que se sabía por la prensa, él no era cercano a los nazis, sino que, de hecho, en sus viajes a Alemania ayudaba a fortalecer la defensa de su Estados Unidos. Los hechos lo desmentían, pero las “verdades alternativas” calaron hondo en los votantes. Este tipo de manipulación de la realidad no es ajeno a nuestra realidad. Hoy lidiamos con el concepto de la posverdad que hace alusión a lo que el sociólogo Félix Ortega conceptualiza como “la manipulación de la información que hace que el público no pueda conocer qué es verdad y qué falsedad. Esto se debería, en parte, a la puesta en escena de los políticos hacia el espectáculo, a la fragmentación de la ciudadanía y a la pérdida de principios éticos del periodismo”.

Las ficciones de Orwell y Roth, como la mejor literatura, lanzan a sus lectores a las preguntas fundamentales: ¿hasta dónde llegan los acontecimientos históricos del siglo pasado, que creíamos superados, y parecemos repetir como un eco aturdidor? ¿Qué tanto de la ficción distópica de estas dos novelas vivimos en nuestra realidad? Y, en especial, ¿cómo comprender aquella propensión de nuestra especie a la radicalización, la discriminación y la manipulación?    

Roth en el cine

En 2016 el actor Ewan McGregor dirigió y protagonizó la película Pastoral Americana, adaptación de la novela de Philip Roth que le hizo merecedor del premio Pulitzer (1997) y de la Medalla de las Artes (1998). La cinta logra captar varias dimensiones del relato literario; de manera que, aunque se centra en Levov, un atleta que creía vivir el sueño americano y era admirado por toda la comunidad judía de Newark, refleja con contundencia el contexto en el que el Sueco, sobrenombre de Levov, se desmorona: la Guerra de Vietnam, la crisis económica de los 70’s que afectó a la burguesía estadounidense, las asonadas provocados por el racismo y los conflictos familiares por la posturas radicales o indiferentes frente a la guerra. Lejos de las lecciones morales, es elocuente el hecho de que en el desarrollo de la historia de Estados Unidos el relato de Pastoral Americana se repita una y otra vez. 

Biviana García

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