Cuando la ciudad interpela el ministerio

 

Una visita al Seminario Conciliar de Bogotá

El testimonio de un tipo de sacerdote de puertas abiertas, de los que, en lugar de encerrarse en sus parroquias, salen al encuentro de la gente, marcó en buena medida el proceso vocacional de Jonathan Sánchez. Jonathan es uno de los 84 jóvenes que actualmente se forman para el ministerio presbiteral en el Seminario Mayor de San José, situado en Bogotá, a donde acudió Vida Nueva detrás de las expectativas que genera entre seminaristas y formadores la inminente redefinición de la formación inicial promovida por la Congregación para el Clero.

Durante un receso a media mañana, Jonathan y algunos de sus compañeros explican características y perspectivas de la formación que reciben. Daniel Almanza se refiere a la integralidad en lo que se propone el seminario hoy en día a nivel espiritual, académico, comunitario y pastoral. “Hay un proceso de integración, para responder maduramente desde el ministerio a las inquietudes de las personas en la ciudad”, sostiene.

Con los cerros orientales de fondo, la conversación tiene lugar en un patio interno del monumental edificio que funciona como sede del seminario hace 70 años; sitio en el cual también se forman seminaristas de las diócesis de Engativá y Facatativá. Daniel es consciente de que una ciudad como Bogotá está atravesada por un conjunto de situaciones que interpelan la acción eclesial: entre otras, el desplazamiento, las invasiones, la inseguridad. Asegura que hay que hacerse presente ante estas realidades y salir de las zonas de confort, porque “el testimonio del sacerdote es más diciente que sus palabras”. Aventura una consideración respecto al futuro de la formación: “es importante que los seminaristas reciban una formación sobre el contexto, porque la etapa de la cristiandad se acabó. El sacerdote debe dar razón de aquello que cree, sin que su hablar sea autoritario o sin fundamentos; para ello, debe formarse en el ámbito cultural y social del mundo de hoy”.

Francisco Rodríguez agrega que, junto a la inserción en la vida de la Iglesia y en la vida diaria en función de restituir lazos de confianza, resulta importante insistir en el ámbito espiritual. Le hace eco Julio castillo, quien subraya, además, la sintonía que debe haber en los formandos con los cometidos del plan pastoral de sus diócesis. Pone el ejemplo de quienes pertenecen a la Arquidiócesis de Bogotá: “somos los primeros llamados a reorientar la mirada a Jesucristo, que es el punto de partida del Plan E; no se trata solo de conocer un plan para aplicarlo, sino para que el plan nos lleve a una revisión personal”, plantea, haciendo alusión al “gran giro” propuesto por el proyecto pastoral de la Iglesia local. “Estamos llamados a lo mismo que las personas con las que vamos a trabajar afuera (…) en este nuevo rumbo, que es la segunda etapa, hemos podido reconocer la necesidad de trabajar cada vez más en comunión con las comunidades parroquiales, y no según una estructura vertical”.

Un pastor misericordioso

El itinerario formativo tal y como funciona en la actualidad es expuesto por el padre José Palacios, ecónomo y miembro del equipo de formadores. El escenario es una de las salas decoradas con cuadros en que se narra la historia de la Arquidiócesis de Bogotá. Un primer año, propedéutico, sirve de empalme entre la vida que traen los candidatos, como bachilleres o profesionales, y la experiencia de fe que les abre la formación inicial. Le sigue una segunda etapa, denominada arraigo, en la cual se desarrollan estudios de filosofía, al tiempo que se busca que los jóvenes echen raíces profundas en la persona de Jesús y, haciéndolo, descubran la importancia de dar la vida. La sensibilización en la disposición al servicio tiene lugar en el trato con adultos mayores o personas enfermas. Por último, está la etapa de ministerialidad, que corresponde con el ciclo de estudios teológicos, el servicio en parroquias y la admisión a los ministerios y órdenes sagradas.

El pensamiento del papa Francisco ha influido en la dinámica del seminario. Desde hace unos años se ha implementado una misión a mitad de año que consiste en apoyar el proceso pastoral de una parroquia. Toda la comunidad formativa se traslada hasta determinado barrio, por un cierto tiempo, y ayuda al párroco local. En junio del año pasado, la misión se llevó a cabo en Nuestra Señora de Altagracia, parroquia del barrio Moralba, en el sur oriente de Bogotá.

Los vecinos que, durante aquellas dos semanas, salían a los paraderos de buses a primera hora del día, rumbo a sus trabajos, se encontraban en plena madrugada con jóvenes seminaristas que los saludaban atentamente y compartían un tramo de su recorrido, invitándolos a unirse a la dinámica de la iglesia local. Por la noche, al regresar de sus trabajos, los veían de nuevo, recibiéndolos entre canciones y pancartas de bienvenida. La idea era ser un bálsamo de humanidad en medio del agobio de la vida en la ciudad.

Los jóvenes del barrio fueron invitados a actividades deportivas y se promovió durante aquella misión la defensa de la vida, en atención a casos de violencia, cada vez más recurrentes en el sector. Durante aquellos días, el salón comunal se convirtió, según expresión del padre José, en una especie de tienda de campaña. Los seminaristas del Seminario Mayor de San José y los del Redemptoris Mater, unidos en un solo grupo, viviendo la alegría del Evangelio.

Para el padre Mauricio Fontalvo, el perfil de sacerdote que se está queriendo formar corresponde con la imagen del pastor misericordioso. El pastor misericordioso es capaz de salir en búsqueda del otro; es sensible, se deja tocar profundamente por las realidades de sufrimiento, especialmente por la situación de los más necesitados; para dar una respuesta y acompañar a la gente.

Coincidencias

Cerca del mediodía, en la hora que aumenta el tráfico vehicular en la Avenida Séptima, caminando por los alrededores del seminario, desde donde la ciudad se atisba en su ritmo desenfrenado, el padre César Carrillo señala la semejanza entre la Ratio propuesta por la Congregación para el Clero y el diseño formativo del Seminario Mayor de San José. Una redefinición de la formación inicial se enriquecerá con el trabajo de años, que a nivel local ha dejado aprendizajes y capacidad de readaptación. Trabajar a través de etapas graduales es solo una entre tantas coincidencias que desde ya se advierten. Para Carrillo lo que se juega en la vida de los seres humanos en una ciudad como Bogotá desafía al Seminario en su capacidad de percibir exigencias culturales de todo tipo. La conciencia de este reto es una de las fortalezas para asumir la nueva hora de la formación.

Miguel Estupiñán

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