Un obispo revela a la Comisión Real que él mismo fue víctima siendo ya sacerdote
JOSÉ LUIS CELADA | El 27 de febrero, tras tomar declaración a casi todos los obispos del país, concluían las vistas públicas de la Comisión Real que investiga los abusos sexuales cometidos por miembros del clero australiano durante las últimas décadas. Y la primera conclusión no deja lugar a dudas: la Iglesia ha entonado el mea culpa sin medias tintas por su gestión del tema, empleando una fuerte carga de autocrítica.
Si para el arzobispo de Melbourne, Denis J. Hart, la actuación eclesial ante estos hechos fue “totalmente inadecuada”, su homólogo de Sidney y primado de Australia, Anthony C. Fisher, ha admitido que hubo “un tipo de negligencia criminal” en la resolución de ciertos casos; personas que “actuaron como conejos delante de los faros”, sin saber “qué hacer” y cuya intervención tilda de “desastrosa”. También los arzobispos de Perth, Timothy J. Costelloe, y de Brisbane, Mark B. Coleridge, han calificado de “fracaso catastrófico” la respuesta de la Iglesia a un problema que –según la Comisión Real– afecta a un 7% de los sacerdotes desde 1950.
Esta reacción unánime del Episcopado se produce poco después de que uno de sus integrantes, el obispo de Parramatta, Vincent Long, desvelara haber sufrido él mismo abusos sexuales con 20 años cuando llegó por primera vez a Australia desde Vietnam. “¿Cómo puedo mirar a las víctimas a los ojos y decir que comparto su sufrimiento, su dolor, sin hacer todo lo que esté en mi mano para llevarles justicia, dignidad y sanación?”, se cuestionó el prelado tras compartir su estremecedor testimonio.
Durante su comparecencia ante la Comisión, Long reconoció que el clericalismo ha “contribuido significativamente a la crisis de abusos sexuales”, además de una dudosa manera de rendir cuentas: “Mientras el obispo tenga el respaldo del papa, está a salvo. Mientras el sacerdote tenga el respaldo de su obispo, está a salvo”, lamentó.
El arzobispo Fisher, que en una carta pastoral ha pedido perdón por el daño causado, confía en que la Iglesia católica de su país saldrá reforzada de este “camino de humillación”. “Todavía queda mucho por hacer”, admite, por lo que agradece “el estudio concienzudo y la orientación profesional de la Comisión Real”, que lleva entre manos las denuncias presentadas por casi 4.500 personas.
Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario
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