Mauro Piacenza: “No podemos hacer del laico un monaguillo”

cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor de la Santa Sede

El cardenal dice en Alcalá de Henares que el Papa ya ha aclarado ‘Amoris laetitia’

cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor de la Santa Sede

El cardenal Piacenza en una imagen de archivo

RUBÉN CRUZ | “Yo no soy un altísimo cardenal; soy muy pequeño”. Con este buen humor responde el Penitenciario Mayor de la Santa Sede, Mauro Piacenza, a un piropo. El cardenal italiano estuvo en España del 20 al 21 de febrero para encontrarse con laicos y sacerdotes de la Diócesis de Alcalá de Henares. Una visita que ha servido para recalcar “la importancia de reconocer el realismo católico”, según explicó el obispo de la ciudad cervantina, Juan Antonio Reig Pla.

Piacenza ha estado varios años al frente de la Congregación para el Clero. Una de sus líneas de trabajo ha sido el cuidado de la cercanía por parte de los sacerdotes. Al ser preguntado a este respecto por Vida Nueva, indica que “el hecho de acercarse al pueblo de Dios está escrito en el ADN del sacerdote, ya que, quien lo es, no lo es para sí mismo, sino para la gente”. “Esto siempre ha sido y será así –añade–, y el Papa así lo siente y lo subraya constantemente”.

¿Y cómo influyen los gestos de Francisco en la cercanía del clero? “Los gestos del Papa está claro que tienen un significado y un valor para la sociedad, y es lógico que esto cree escuela”, explica. No obstante, Piacenza deja claro que no es lo mismo ser sacerdote en Uruguay que en Suecia. “Las circunstancias son distintas, pero la esencia debe ser la misma. Tanto la esencia sacramental como el trato pastoral de la cercanía. Cuanto más cercano es un sacerdote al pueblo de Dios, más sacerdote es”, recalca.

En relación al papel de los laicos en la Iglesia, hizo hincapié en que “es y debe ser protagonista”. Y es que “no está al margen de las gestiones de la Iglesia, está inmerso”, continúa. Sin embargo, afirma que “cada uno en su puesto, ya que la Iglesia es una comunión y cada uno tiene su lugar”. Y pone un ejemplo: “Si un dedo quiere llevar a cabo la labor de la cabeza, no va bien ni para la cabeza ni para el propio dedo. Yo estoy a favor de un gran protagonismo del laicado, pero creo que es importante estar atentos a no hacer del laico un monaguillo. Hay muchos lugares en los que se le encargan al laico labores que debe realizar el sacerdote; en este caso, no solo no se da valor al laico, sino que se le empequeñece”.

Cardenales críticos

Sin pelos en la lengua se pronunció a las preguntas sobre la carta de cuatro cardenales contra Amoris laetitia. Sin querer ser la voz de Francisco, indica que “no ha respondido porque entiende que las dudas [planteadas por los purpurados] se responden a través del propio documento. Entonces, asume que ya ha aclarado todo, además de haber dado ya algunas indicaciones al respecto”.

Y más directamente, ¿considera usted clara la exhortación? “Depende de quien la lea. Hay dos tipos de lectura: la de las personas formadas en teología, que lo tienen claro; y las que no, a las que les surgen preguntas. Este último grupo no es el de los cardenales”, responde.

Por otro lado, de acuerdo al sacramento de la penitencia, el cardenal italiano no tiene ninguna duda de que el Pontífice “no está intentando crear una revolución en los sacramentos”. Según su visión, “Bergoglio ha buscado la manera de ayudar a cada persona a leer mejor su situación, así como a los sacerdotes a aproximarse a las personas”. Más concretamente sobre el pecado del aborto, Piacenza subraya que “el Papa siente el aborto como un drama fortísimo. Este pecado incluye, algunas veces, un cierto desprecio por la vida o un cierto consumismo en cuestiones sexuales, pero otras veces hay situaciones completamente particulares”.

Y añade: “La experiencia del Papa le ha enseñado que hay muchas personas que no saben que pueden ser absueltas”. Sin embargo, “la misericordia no debe limitarse a esto. Por ejemplo, una gran misericordia es decir la verdad a las personas, la verdad de la fe y de los principios morales”.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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