Guillermo Ortiz Mondragón: “Cuidar la propia seguridad no implica desconfiar de todos”

Guillermo Ortiz Mondragón, obispo de Cuautitlán y encargado de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano

Obispo encargado de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano

Guillermo Ortiz Mondragón, obispo de Cuautitlán y encargado de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano

Entrevista con Guillermo Ortiz Mondragón [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA | Dentro de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Guillermo Ortiz Mondragón (Toluca, 1947) es el encargado de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana, una instancia muy pendiente de los migrantes que llegan a su país desde Centroamérica y de los que salen de él rumbo a Estados Unidos. Ello explicaría que el también obispo de Cuautitlán esté preocupado por la suerte que podrían correr miles de hermanos, especialmente indocumentados, si se levantase un muro en la frontera como ha prometido Donald Trump. Una amenaza que, en su opinión, debería afrontarse con “diálogo serio” y una “mentalidad de apertura y respeto a cada persona”, valorando que “todos pueden aportar algo, no solo necesitar”.

PREGUNTA.- La Iglesia en México ha denunciado reiteradamente las graves consecuencias que acarrearía la construcción de un muro en la frontera. También sabe lo que es acoger a tantos centroamericanos que llegan al país camino de Estados Unidos… ¿Qué más puede hacer ante la situación actual?

RESPUESTA.- Es una mala presentación para un país ante el consorcio universal poner un muro que nada tiene que ver con el sentido de una humanidad que está buscando en muchos aspectos la solidaridad, la unión. Hay que pensar en que todos tenemos igual dignidad y, por tanto, derechos y deberes; también que cuidar la propia seguridad no implica desconfiar de todos, como deja ver este muro. Estados Unidos y todos los países –unos más, otros menos– están integrados hoy por personas que no han nacido solo en ese país, sino que hay muchos migrantes que han enriquecido y se han enriquecido al darse el encuentro de culturas, fruto inmediato de la migración. En Estados Unidos no hay una raíz única de población; desde su gestación como país son muchas naciones.

P.- ¿Cómo vive estos últimos hechos el pueblo mexicano, especialmente las poblaciones más próximas a la frontera?

R.- Las familias que habitan en un lado pero hacen parte de su vida habitualmente en el otro no lo padecen tanto, ya que pueden tener lo necesario en cuanto a documentos, visado, etc. El problema sigue siendo para los indocumentados, que sí ven que altera mucho su vida cotidiana; a veces, no solo dolorosamente en el aspecto familiar o afectivo, sino en otros: de salud, laboral, incluso de descanso y diversión.

P.- ¿Confía en que los jueces y otras instancias estadounidenses pongan límites a la nueva política migratoria de Donald Trump?

R.- Además de las instancias legales sobre migración, existen marcos legales en referencia al mercado, el trabajo, las relaciones políticas y casi en cada uno de los aspectos de la vida, como la educación o la salud. Sería de esperar que estas instancias buscaran un diálogo serio con el presidente Trump, en orden a propiciar soluciones menos cerradas, generalizadas, que afectan a ambas partes.

Efecto contagio

P.- ¿Teme que otros mandatarios, por una especie de efecto contagio, apliquen medidas semejantes a las anunciadas por el presidente Trump?

R.- Siempre está la tentación del cuidado de la seguridad y del control del mercado laboral y de diversa índole, que puede incluirse en la misma seguridad. Considero que no hay mucha resonancia en otros países para imitar estas medidas.

P.- Se adoptan legislaciones en nombre de la seguridad, pero se acaba sembrando el miedo y la incertidumbre entre la gente. ¿Cómo se explica?

R.- A todos nos pasa que, cuando queremos solucionar un problema, si no nos damos tiempo para reflexionar, actuamos con desesperación o con cierto apresuramiento, y no siempre tomamos en cuenta todas las consecuencias. Creo que, ante cualquier situación, es necesario dialogar, esperar. Ninguno está solo, hay otras personas siempre y la relación con otras instancias; el diálogo va ubicando caminos de solución.

P.- Ciertos políticos apelan a la nacionalidad o la religión para acoger o excluir a los inmigrantes. ¿No tiene la impresión de que solo es un pretexto para ocultar que su criterio es mucho más simple (y más grave): ricos o pobres?

R.- Sí, en una mentalidad dicotómica, de solo ver dos polos, es fácil tender a descalificar a unos y apoyar a otros. Todos necesitamos llegar a una mentalidad de apertura, de respeto a cada persona y, por tanto, a valorar que todos pueden aportar algo, no solo necesitar. En la realidad, que es múltiple, la conversión de la dicotomía hacia la comunión solo viene de la búsqueda del amor, la justicia, la paz.

P.- ¿Qué le pasa a nuestro mundo, que le cuesta tanto “abrir las puertas a los débiles y a los pobres”, como pide el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de este año?

R.- Precisamente, el pensar que el amor es solo una dimensión sensual (limitada a los sentidos) de la persona; descartar la capacidad de razonamiento, decisión, libertad para el amor con sentido de trascendencia, la conciencia del valor de cada individuo sin importar su condición económica, de raza, credo, ideológica, etc. No pensar en la unidad mundial, sino en el egoísta parecer de que solo lo mío es importante, solo mi país es el grande, solo lo que yo veo es la realidad. Un egocentrismo y un egoísmo cerrados.

iniciativa Abrazos no muros en la frontera entre México y Estados Unidos

Migrantes celebran en la frontera la jornada ‘Abrazos. No muros’

Clamor de frontera

Días antes de que Donald Trump ordenara contratar 15.000 nuevos agentes migratorios para acelerar las deportaciones, Guillermo Ortiz Mondragón asistía en Brownsville, Texas, al encuentro bianual Tex-Mex, una iniciativa surgida en 1986 que reúne a las diócesis fronterizas de Estados Unidos y México con una preocupación central: “La vida y realidad pastoral de nuestros hermanos migrantes”.

Al término de la cita, la veintena de obispos de ambos países allí congregados, urgidos por “el clamor de Cristo en el migrante”, daban a conocer un comunicado en el que llaman a respetar la dignidad humana del migrante frente a “las medidas que las autoridades civiles están tomando”. Medidas que, a su juicio, se traducen en una realidad profundamente marcada por “el dolor, el temor y la angustia” de tantos hermanos que sufren “la separación de las familias, la pérdida de trabajo, persecuciones, la discriminación, expresiones de racismo y deportaciones innecesarias”.

Tras su visita a centros de detención y lugares de atención a madres, adolescentes y niños migrantes, los prelados han podido constatar de primera mano “el sufrimiento causado por un sistema de inmigración roto”, cuyas condiciones generan “amenazas, deportaciones, impunidad y violencia extrema”, tanto entre Centroamérica y México como entre México y Estados Unidos.

Ante esta situación, los firmantes ratifican el compromiso de la Iglesia de “atender y cuidar a los peregrinos, forasteros, exiliados y migrantes de todo tipo”, manteniendo su “presencia constante en campos de detenciones, casas y centros de asistencia, desde
la frontera sur de México hasta todo Estados Unidos”.

Un empeño común que estas diócesis, “hermanas y amigas”, tratarán de llevar adelante “siguiendo el ejemplo del papa Francisco”, es decir, buscando “construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación”.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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