Con-fusión de experiencias

Alicia Ruiz López de Soria, odn, Equipo de Diálogos sobre Pastoral con JóvenesALICIA RUIZ LÓPEZ DE SORIA, ODN | Farmacéutica y teóloga

Resultan atractivas las personas que se disponen a una verdadera escucha de quienes contradicen sus opiniones con el deseo de fomentar la cultura del encuentro. Esta actitud se somete a prueba cuando las cuestiones que distancian están relacionadas con la política –líderes políticos– y la religión –personajes bíblicos–.

Sirva este preámbulo para introducir el tema que nos ocupa: tenemos argumentos de diversa índole para señalar que alrededor de la figura de María de Nazaret existen incomprensiones, discusiones y polémicas… y no solo entre creyentes y no creyentes, ¿cierto?

El papa Francisco ha señalado que la Evangelii gaudium es el marco de la pastoralidad que quiere dar a la Iglesia y que esta es una actualización de la Evangelii nuntiandi de Pablo VI. De ella rescata, en su deseo de establecer claves para el anuncio del Evangelio en el mundo actual, el papel que juega la piedad popular en la transmisión de la fe, una piedad popular que tiene como protagonista en una mayoría de ocasiones a la Madre de Dios. Entiendo que la piedad popular, “precioso tesoro de la Iglesia católica” como la calificó Benedicto XVI, humus religioso en el que crecí y vivo, tiene elementos muy positivos a potenciar.

Ahora bien, fue cuando descubrí el Evangelio como un discurso operativo, como fuerza eficaz que penetra en el corazón y en el mundo, salvándolo y transformándolo, cuando me encontré con María de Nazaret. No se me olvida; contemplaba ese pasaje donde su Hijo me decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia” (Mc 1, 15). Ella se hizo presente para situarme en el seguimiento de su Hijo.

Desde entonces sé que la contemplación de los textos bíblicos marianos es central para sentirla compañera y madre en la fe; también sé desde entonces que no solo se requiere una acertada hermenéutica de los textos bíblicos; también hay que esperar la gracia de la revelación.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

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