Editorial

A propósito de Medjugorje, hacia una sana piedad popular

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portada VN Expediente Medjugorje 3025 febrero 2017 pequeña

EDITORIAL VIDA NUEVA | La Santa Sede ha designado al obispo de Varsovia-Praga, Henryk Hoser, como enviado especial a Medjugorje para profundizar en la realidad pastoral del santuario mariano situado en Bosnia Herzegovina, popular desde que en 1981 un grupo de niños aseguraran haber visto a la Virgen, unas apariciones que se estarían repitiendo hasta hoy, en concreto, el día 2 de cada mes. Su misión no abordará la veracidad de estas supuestas revelaciones, asunto en manos de Doctrina de la Fe que hace tres años elaboró un informe que espera el dictamen final del Papa.

Más allá de que el Vaticano certifique o no estos hechos extraordinarios, el papel de este enviado pontificio se torna en indispensable para encauzar el futuro de este fenómeno de masas. Porque sea cual sea la resolución, lo cierto es que cada año viajan a esta localidad unos dos millones de personas, llegadas de distintos puntos del planeta para ponerse a los pies de la advocación de María Reina de la Paz.

Todos ellos llegan como peregrinos, con pesadas mochilas de su realidad que implican una profunda sed de Dios, y un gran número regresa a sus hogares con una fe reforzada tras unos días de encuentro, vida sacramental y oración. Las supuestas revelaciones pueden ejercer como reclamo inicial para el sediento, pero el peligro radica en si, aferrándose a ellas, se da alas a una práctica pseudorreligiosa que apenas tiene que ver con la piedad popular.

Más allá de la decisión sobre las supuestas apariciones,
la Santa Sede debe velar para
despojar a Medjugorje y otros santuarios
de todo negocio, espectáculo o superstición
para promover un encuentro personal de fe.

Pocos como Francisco han valorado la espiritualidad del pueblo como una forma legítima de expresar una fe inculturada y como medio genuino de evangelización. Jorge Mario Bergoglio sabe reconocer que los santuarios y las peregrinaciones ejercen de espacios proféticos donde se entrelazan mística y contemplación. Precisamente por eso, ha alertado en más de una ocasión de la necesidad de despojar estas manifestaciones de todo negocio, espectáculo o superstición. De ahí las denuncias que ha hecho a lo largo del Pontificado sobre los videntes que creen ver una Virgen superstar o dicen recibir de ella “cartas a las cuatro de la tarde”.

En el caso de Medjugorje, la Iglesia permite las peregrinaciones privadas, siempre que se hagan desde un acompañamiento pastoral, en tanto que se trata de un lugar de culto mariano bajo guardia y custodia de los franciscanos. El obispo Hoser asume el difícil cometido de revisar estas directrices pastorales para eliminar todas las adherencias que puedan desvirtuar el sentido, no solo de Medjugorje, sino de otros lugares de peregrinación que se encuentren ante encrucijadas similares.

Solo se conseguirá si se dan indicaciones con claridad y quienes guían a los fieles les encaminan a una sana devoción, la que lleva al encuentro personal con Cristo.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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