Un pueblo deshumanizado

Tres o cuatro veces he escrito sobre el tema. Nuestra sociedad está viviendo un acelerado proceso de deshumanización. Palabra, ésta, que resume muy bien todo ese cúmulo de crímenes atroces, de corrupción, de compra y venta de conciencias, de infamias que nos llenan de vergüenza. Ver y oír los noticieros de televisión produce asco y ganas de llorar. Las cosas buenas que debieran hacer renacer la esperanza, realizadas por “la gente que le pone el alma”, no son suficientes para infundir confianza en el futuro de nuestra nación. Hay señales de Vida Nueva, todas ellas plausibles, meritorias, pero en las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales, la sensación general es que la mentira y el engaño, el ansia de poder, el interés personal, la mediocridad gerencial y administrativa, pueden más que la voluntad de quienes quieren hacer florecer la vida.

¿Qué le pasó a Colombia? Se deshumanizó; ninguna palabra lo dice mejor. Es la realidad de un pueblo que se mueve entre múltiples y dramáticos riesgos de pérdida casi total de la conciencia de humanidad, del sentido profundo de su ser y su hacer; que rechazó la Ley de Dios, dejó abolir su propia Constitución y renunció a pensar y a obrar como humanos.

El instinto ético parece ya no ser connatural al hombre colombiano. No solo el ejercicio de la política, sino también la economía y la vida en sociedad se han convertido en un grosero desafío a la ética y al orden moral.

Pero, ¿quién o quiénes están llamados y pueden, es decir, tienen con qué, humanizar este pueblo nuestro? Porque en esta nación no hay jueces ni policía ni cárcel para tanto criminal, esto es, para tanto deshumanizado. El mismo nuevo código de policía está concebido y redactado no para gente civilizada, sino para un pueblo que carece de conciencia ética, que no tiene la menor idea de cultura ciudadana, de deberes sociales y religiosos, de respeto a la autoridad y mucho menos a la vida de un ser humano; para una sociedad que renunció a su conciencia de humanidad, en una palabra.

Muchos estudiosos han tratado inútilmente de agotar el misterio del ser humano; pero en un ejercicio de humildad intelectual todos acabamos reconociendo que ese enigma trasciende nuestra capacidad de comprenderlo. Es cuando se abre el ancho espacio a la fe en Dios Padre y en su Hijo hecho hombre.

El cristianismo nos ofrece una verdad obvia y elemental: en la persona, en la vida, en la muerte y en la resurrección de Jesús de Nazaret nos ha sido revelado el misterio del ser humano, el verdadero rostro del ser humano; y nos ha sido mostrado también el camino seguro para su plena realización. La encarnación no es otra cosa que el misterio de la humanización de Dios y la respuesta a esa pregunta que desde antiguo ha desvelado a la humanidad: ¿qué es el hombre?

Es en Jesús hecho hombre, en quien encontramos una visión teologal del hombre, si queremos aprender a ser humanos, a pensar y a obrar como humanos. En la persona de Jesús, en su palabra, en cada uno de sus actos, podemos encontrar valiosas lecciones de antropología teológica.

Formar seres humanos con un proyecto de vida auténticamente cristiana, inspirado en el Evangelio, eso es Nueva Evangelización para una nación como la nuestra.

P. Carlos Marín

Presbítero

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