Mariano Puga: “En el juicio final nos preguntarán qué hicimos para que los sin casa tuvieran techo”

Cura obrero, viviendo en barrios pobres, Mariano Puga va formando comunidades donde esté. Profeta que denuncia la mediocridad, ha acompañado a familiares de víctimas de la represión desde la dictadura. En su modesta vivienda, en un barrio duro de Santiago, nos reclama: “¿Dónde están los pastores proféticos que llevan a la práctica las denuncias de Laudato si’? Todos la alaban, pero ¿dónde están las instituciones eclesiales que ponen en práctica esas orientaciones? ¿Qué les pasó a los discípulos de Jesús de Nazareth, con Jesús?”. A sus 86 años sigue siendo el sacerdote obrero, extremadamente consecuente con el estilo de toda su vida, el que lo ha llevado a vivir entre los pobres y desde ellos construir la Iglesia.

Sus padres lo enlazan con las familias más ricas del país, de vitivinicultores, grandes hacendados y destacados políticos. De su primera educación anglófona en un selecto colegio pasó a la Escuela Militar y de allí a estudiar arquitectura hasta titularse. Para un trabajo sobre viviendas sociales recorrió barrios pobres y descubrió la población San Manuel, en un basural, que llegó a ser el lugar de compromiso social de 500 jóvenes universitarios. Esa experiencia golpeó su vida, aunque aún más fuerte fue el impacto de encontrarse con Jesús que lo llevó al seminario y ordenarse sacerdote en 1959.

¿Dónde están los Hélder Câmara, los Pedro Casaldáliga, de hoy?
¿Quién vive el Pacto de la Catacumbas hoy día?
Ha trabajado siempre: en la mina de Chuquicamata y más de 20 años obrero de la construcción; 10 años animando las comunidades del archipiélago de Chiloé, ha estado en poblaciones conflictivas por el narcotráfico, la delincuencia y, sobre todo, porque muchos de sus habitantes tienen una posición de izquierda, a veces extrema, a veces violenta. Durante la dictadura, junto a muchos otros, estuvo en la defensa de los perseguidos, exiliados y presos políticos, haciéndose un fiel y cercano compañero de los familiares de los detenidos desaparecidos y de las víctimas de la represión. Por eso fue muy controvertida su participación en la liturgia de Navidad celebrada en el penal de Punta Peuco, cuyos poco más de 100 reclusos son militares o civiles acusados de delitos criminales ocasionados durante la dictadura de Augusto Pinochet.

¿Cómo surgió la celebración en Punta Peuco?
Siempre he tenido la preocupación de cómo un discípulo de Jesús tiene que tratar a los asesinos que actuaron en la dictadura. He acompañado a víctimas de estos crímenes de Estado. Anoté varias veces “ir a ver a los asesinos” y reconozco que nunca fui capaz. Varias veces pedí a Cristián Precht [sacerdote comprometido en la lucha por los derechos humanos] me invitara a visitar Punta Peuco donde él iba con frecuencia hasta que en diciembre me invitó al acto de Navidad que harían el capellán anglicano y un pastor de la iglesia metodista. Otro invitado era Fernando Montes. Acepté porque soy discípulo de Cristo y creo en el Evangelio del perdón y la misericordia; porque soy víctima: fui torturado, detenido y exiliado; y porque he sido acompañante sobre todo de familiares de torturados y detenidos desaparecidos.

¿En qué consistía esa liturgia?
Era la celebración anual de Navidad. Cuando se divulgó produjo conmoción porque los familiares de las víctimas no estaban de acuerdo con nuestra participación. Circularon muchas expresiones de rechazo a través de Twitter y otras redes. Muchos amigos me llamaron para decirme: “¡por favor, no vayas!”. Todo esto me dejó muy complicado, esa noche no dormí. Recé mucho. Tenía un fuerte conflicto para decidir entre la humanidad que muestra Jesús, a quien quiero imitar, frente al más cruel de los seres humanos; y, por otro lado, acompañar a víctimas.
Primó lo de Jesús: “felices los que sean perseguidos, calumniados, por buscar el bien”. Significó una soledad enorme, ha sido el momento más duro en mi vida. Viví una soledad no sólo personal, sino eclesial. Durísima. Nadie, nadie me llamó, ni mis pastores, para acompañarme, para solidarizar conmigo. Estaba solo. Ante esos horribles criminales de un sistema criminal de gobierno, habiendo acompañado a las víctimas como uno de ellos, ahora ante este paso evangélico de creer que todo ser humano tiene derecho a convertirse, estaba solo.

Invierno eclesial

¿Qué pasa hoy con el Episcopado?
A esta Iglesia de los pobres, de las comunidades, que se la juega por la vida de los atropellados más allá de la institucionalidad, lo que llamamos el ‘invierno eclesial’ nos distrajo no sólo de los pobres y de los oprimidos, sino que nos distrajo del Evangelio de Jesús. Si hay algo que admiro en el papa Francisco es que está en ruptura con esa iglesia y está a la escucha de esta otra que quedó huérfana. Hay obispos que lo admiran, es fácil admirarlo, pero mientras no hagan gestos concretos, como los que hace el Papa, yo no les creo. Con este nuevo Episcopado y con esta nueva formación del clero en una línea eclesiocéntrica, más que centrada en el Reino, no me extraña que esa soledad que viví la tengan que vivir, y dolorosamente, también muchos hermanos nuestros que viven la orfandad de esta iglesia de mártires y testigos.

¿Esto va a seguir?
Lo que el Espíritu está diciendo a la Iglesia a través del papa Francisco está mediatizado por una capa de poder que, mientras no se convierta, hará que los pobres sigan distantes, en diálogo con el Papa, pero no con sus pastores locales. Mirá esos encuentros que tiene Francisco con organizaciones sociales no políticas, ¿qué obispo hace eso? Lo admiran, pero no lo imitan.

También se habla de una nueva primavera, ¿ve brotes?
Muchísimos. Esta Iglesia está llena de brotes. Cuando, no en la prédica, sino en la práctica pastoral, hacemos gestos como el Papa, se vivifican expresiones eclesiales de profundo seguimiento a Jesús. Hoy estos gestos no los hacen obispos, los hacen laicos en ámbitos como la solidaridad, los derechos humanos, movimientos de ecología, de minorías sexuales, de diversidades indígenas y tienen enorme respaldo social. Los obispos no están en esa. En el despertar de los jóvenes a una cultura nueva, ¿dónde están los Hélder Câmara, los Pedro Casaldáliga, de hoy? ¿Quién vive el Pacto de la Catacumbas hoy día?¿Qué nos pasa con este Jesús que dice que las prostitutas, los cobradores de impuestos, nos van a preceder en el Reino de los Cielos? Sobre todo a esta institución eclesial que está tan encerrada en el poder en medio de una humanidad en crisis, que no sabe dónde va, salvo que tiene el poder del dinero.

¿Cómo impacta el poder a la iglesia?
Todavía están vivas esas fuerzas que convocaban a cristianos y no cristianos a participar en la construcción de la sociedad, como camino del Reino. Esa vitalidad se ha perdido en los pastores y se va perdiendo en las organizaciones sociales. El poder va absorbiendo todo y hace que olvidemos hasta que somos seres humanos, somos una sociedad inmunizada. Jesús decía que no se puede servir a Dios y a la riqueza: hay que recordar que nosotros como iglesia no sabemos más que Jesús. Pero tenemos parte de la Iglesia justificando las políticas económicas capitalistas que el Papa ha denunciado. Esta es la asfixia en que estamos. Jesús plantea frente al poder rehacer la historia con pobres, con limpios de corazón, con perseguidos por la justicia, con calumniados; no sé si estamos en esa línea.

Pero, ¿hay brotes?
Sí, claro. Son la demostración de que Jesús ganó con su Resurrección. El problema es que los pastores no los ven, aunque están en la Iglesia y fuera de ella. En el juicio final no nos preguntarán si somos creyentes o no, sino qué hicimos por una tierra nueva donde los sin casa tuvieran techo, donde los pobres comieran, donde los presos y excluidos del sistema tuvieran justicia. Muchos católicos creen que nos van a preguntar por la doctrina, la moral cristiana, los sacramentos. Pero esta pregunta única que nos define como seres humanos, como hermanos de los excluidos, no parece tener importancia para muchos hoy día. ¿Cuántos católicos creen en este Dios y no en ese otro dios alienante?

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