Tras el caso del seminario menor, el obispo recibe a exalumnos de un colegio diocesano
Imagen de archivo del obispo con curas de la diócesis
J. LORENZO | Ante las denuncias públicas de varios exalumnos del colegio diocesano Juan XXIII de Puebla de Sanabria sobre presuntos abusos sexuales en la década de los 80, el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, se reunió con dos de ellos el pasado 3 de febrero. El encuentro se producía tras las declaraciones de F. L., víctima de abusos por parte del sacerdote José Manuel Ramos Gordón cuando estudiaba en el seminario menor de La Bañeza en el curso 1988-89, apartado por el Obispado de sus funciones, condena que habría incumplido y que motivó la denuncia pública del exseminarista. Ahora, los exalumnos del Juan XXIII sostienen que el abusador también habría actuado en aquel centro, donde impartió clases en los años 80.
En el encuentro mantenido con el obispo, reiteraron las denuncias efectuadas ante los medios y, según un comunicado de la diócesis emitido al término del mismo, el obispo “les indicó que si se producen denuncias por parte de supuestas víctimas, las recibirá y tratará con diligencia y seriedad siguiendo los protocolos aprobados por la Conferencia Episcopal Española y las Normas de la Santa Sede, para hacer un primer juicio de verosimilitud sobre los hechos”.
Al cierre de esta edición, no se habían producido estas denuncias, según ha sabido Vida Nueva, aunque se daba por hecho que se interpondrían. Igualmente, ha podido saber que la eucaristía que Gordón presidió ante el pueblo y autoridades de Tábara a modo de despedida, y cuando ya tenía prohibido oficiar en público, se hizo en contra de la voluntad del obispo. Al parecer, antes de que se difundiese este hecho, que tuvo amplio eco mediático, se habría hecho llegar al Obispado una petición de dinero a cambio de guardar silencio.
La diócesis está viviendo días frenéticos, toda vez que una veintena de exalumnos de La Bañeza, con nombres y apellidos, han hecho público un comunicado en donde ratifican los hechos denunciados por F. L. en aquel centro. “Aun conscientes de la no normalidad de la situación, fuimos incapaces de actuar o enfrentarnos a ella por la ingenuidad o inocencia propia de la corta edad”, dice el texto, que reclama “que se siga investigando y se haga justicia”.
Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario
