CHILE – ¿Perdón sin reparación?

Celebración ecuménica con presos por violaciones a derechos humanos
provoca críticas ante la posibilidad de impunidad

En la víspera de Navidad, el viernes 23 de diciembre, tuvo lugar una liturgia ecuménica celebrada al interior del penal Punta Peuco, al norte de Santiago. Creado en 1995 para recibir a militares y agentes del Estado condenados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, aloja a 120 presos, diez de los cuales participaron en esa inédita liturgia programada para pedir perdón por sus actos y que duró una hora y 20 minutos, pero sus efectos aún persisten.

Claudio Salazar, ex carabinero condenado a presidio perpetuo como autor del secuestro y degollamiento de tres profesionales en 1985, expresó: “Alcancé a ser carabinero por más de veinte años y alguna acción realicé que produjo dolores innecesarios a las personas que debía proteger. Respecto de la solicitud de perdón acerca de mi delito por el cual permanezco preso, ya la hice sin obtenerlo”.

Como él, Carlos Herrera Jiménez, agente de la Central Nacional de Informaciones (CNI) condenado a presidio perpetuo por el asesinato del sindicalista Tucapel Jiménez, dijo que “no he terminado de reconciliarme con mis connacionales, pues más de alguien pudo haber quedado dolido tras mi accionar en los servicios de seguridad”. Y finalizó su alocución diciendo: “sinceramente pido ser perdonado por quienes les produje dolores y zozobras en los momentos en que participé en la implementación de políticas de seguridad pública en el gobierno militar”.

El obispo anglicano Alfred Cooper, el ex rector de la Universidad Alberto Hurtado y jesuita Fernando Montes, y el sacerdote Mariano Puga participaron en la liturgia generando duras críticas a esta iniciativa, especialmente desde familiares de detenidos desaparecidos y presos políticos por el compromiso que ellos tuvieron en la lucha contra la dictadura, que ahora parecen traicionar.

Mariano Puga, defensor de los derechos humanos detenido y torturado durante la dictadura de Pinochet dijo: “me duele, pero lo comprendo, que a los que estuvimos ahí nos hayan tratados de traidores, que nos olvidamos de los familiares y que transamos frente a los asesinos que han asesinado a nuestros familiares. Lo comprendo, porque estamos tan heridos que ni siquiera podemos pensar en un perdón sincero”. Y enfatizó: “no tengo derecho a juzgar la sinceridad con que lo hicieron los que lo hicieron. Me quedo con la esperanza que este gesto de estos 10 hermanos de ayer, toquen el corazón de esos hermanos que han cometido delitos atroces”.

Al día siguiente, el cardenal arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, manifestó que “el perdón nunca elimina la justicia y, por consiguiente, las personas que tiene conciencia de algo que pueda ser de solución para los problemas de los detenidos desaparecidos, tienen la obligación moral de hacerlo”. La importancia de la reparación, por ejemplo entregando información para encontrar a detenidos desaparecidos, surgió así como una exigencia para este perdón. Sobre todo, porque en las expresiones usadas por los presos no hubo reconocimiento por los crímenes cometidos ya que, de haberlo hecho, podría haber sido utilizado en tribunales como testimonio y reabrir las causas. A pesar de ello, este acto abrió esperanzas de obtener nuevas informaciones que ayuden a conocer la verdad.

En la puerta del penal, Montes afirmó: “este momento en que se ha estabilizado el país, es el momento de volver a abordar este tema y llegar a las personas desaparecidas, de manera que no estamos aquí avalando ni propiciando la impunidad. A los familiares les pediría que confíen en que haremos lo imposible para no ser ingenuos”.

Luego, intervino Puga: “yo vengo aquí como cristiano, como víctima de la dictadura, torturado y exiliado, y vengo como acompañante de las organizaciones de derechos humanos. El torturador es un hermano degenerado, es decir, que perdió su condición de ser humano. Esto inspira más lástima que odio. ¿Queremos un mundo nuevo y estamos dispuestos a correr los riesgos? ¿O somos víctimas y espectadores?”.

ROBERTO URBINA AVENDAÑO. SANTIAGO

 

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