Tensa calma democrática en Gambia

Adama Barrow, nuevo presidente de Gambia llegando al país tras tomar posesión en Senegal escapado por la crisis política enero 2017

“El proceso todavía será largo y difícil”, advierte el único obispo del país

Adama Barrow, nuevo presidente de Gambia llegando al país tras tomar posesión en Senegal escapado por la crisis política enero 2017

Adama Barrow a su llegada a Banjul, tras jurar su cargo como nuevo presidente en la embajada de Gambia en Senegal

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | La primera sorpresa de Gambia al mundo llegó el pasado 1 de diciembre, cuando, contra todo pronóstico, el opositor Adama Barrow ganara las elecciones presidenciales a Yahya Jammeh, dictador con mano de hierro desde que en 1994, tras un golpe militar, se hiciera con el poder. La segunda llegó cuando, debido a la gran diferencia en los sufragios (más de diez puntos), Jammeh, pese a controlar todos los resortes del Estado, hubo de aceptar su derrota ante el júbilo desatado en las calles, con manifestaciones masivas en las principales localidades.

Sin embargo, como muchos podían temer, no fue tan fácil… Atrincherado Jammeh en el palacio presidencial en Banjul, la capital, hubieron de ser tropas senegalesas, según lo aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU, quienes forzaron su definitiva retirada este 20 de enero. A esa misma hora, el propio Barrow juraba su cargo como nuevo presidente en la embajada de Gambia en Senegal. Fue así como se confirmó la mayor sorpresa de todas: el cambio histórico, inédito en la historia reciente en el África occidental, de pasar de una dictadura a una democracia sin derramamiento de sangre.

Aunque el país no salió indemne. Según se ha confirmado, en las dos últimas semanas en el cargo, antes de exiliarse en Guinea Ecuatorial, Jammeh consiguió robar y sacar de Gambia hasta 10.600 millones de euros del erario público, además de una flotilla de coches de lujo. Como explicó en rueda de prensa Mai Ahmad Fatty, asesor de Barrow, se han encontrado con que “las arcas están virtualmente vacías”.

En declaraciones a la agencia Fides, el único prelado del país, Robert Patrick Ellison, obispo de Banjul, ha saludado esperanzado el cambio: “El país está en calma. Ahora se quiere mirar hacia el futuro. El proceso todavía será largo y difícil”. De ahí que reclame, directamente, “la ayuda de Estados Unidos y de la Unión Europea”. “El problema más urgente –añade– es hacer regresar y recolocar a las personas desplazadas internamente y a los refugiados en Senegal, que huyeron el mes pasado debido a la crisis política”. Y es que, constata Ellison, entre 40.000 y 50.000 gambianos se pasaron al país vecino cuando el enrocamiento de Jammeh en el poder hacía temer un conflicto armado.

Sin duda, el reto de Barrow es ahora mayúsculo a la hora de tratar de encauzar definitivamente la democracia en el país. Si cumple lo prometido, pondrá en marcha un amplio plan de reformas y en tres años convocará unas elecciones a las que no se presentará. En ese proceso, igualmente complejo será su modo de enfrentarse al legado de Jammeh, sobre el que pesan acusaciones de crímenes de guerra y denuncias que apuntan a la existencia de fosas comunes en las que estarían los cadáveres de opositores a su régimen.

El dictador ha asegurado que una de las condiciones para admitir su salida de Gambia es que no se le perseguirá judicialmente y que incluso podría volver cuando lo considere como líder del principal partido de la actual oposición. ¿Aspira a presentarse en unas futuras elecciones…, o antes será juzgado en la Corte Penal Internacional de la Haya? Comprobada la impunidad de numerosos sátrapas en África, sería la última sorpresa de Gambia.

Publicado en el número 3.022 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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