‘Toni Erdmann’

fotograma de la película Toni Erdmann

fotograma de la película Toni Erdmann

J. L. CELADA | Hija y padre se funden en un abrazo en un parque infantil de Bucarest. Ella, descalza y apenas envuelta en una fina bata; él, oculto bajo un peludo disfraz que parece inspirado en el monstruoso árbol de J. A. Bayona. Ambos acaban de asistir a una fiesta de cumpleaños ¡nudista!, con toda seguridad uno de los momentos más hilarantes que nos ha regalado el cine reciente. Amén de la desinhibida catarsis a más de dos horas de comedia agridulce, a caballo entre lo patético y lo entrañable.

Y así se revela también frente a la cámara la pareja protagonista de Toni Erdmann: una cualificada ejecutiva alemana colgada del móvil (Sandra Hüller) y su progenitor (Peter Simonischek), un tipo solitario y bromista que viaja hasta Rumanía con un claro propósito: “Solo quería saber cómo estabas”, le repite una y otra vez a su heredera. Aunque para ello deba inventarse una personalidad ficticia, el alter ego imaginario que da título a la historia.

Cuando este extravagante individuo irrumpe en el trajín diario de tan aplicada trabajadora, su nivel de estrés y su sentido del ridículo se verán sometidos a una dura prueba. Pero hay más. Porque mientras ambos comparten situaciones laborales y de ocio que despiertan la risa amarga del espectador, la directora germana Maren Ade aprovecha el humor envenenado de su insólito personaje para desnudar las carencias afectivas de esa relación paterno-filial entre dos seres tan distintos y tan distantes.

Sin embargo, su atrevido envite llega todavía más lejos. Este retrato familiar en tierra extraña deja con las vergüenzas al aire a nuestras sociedades occidentales, que no parecen haber aprendido nada de sus mayores, convertidos a menudo en un estorbo para los ritmos y métodos del progreso. Los mismos que, tras un análisis del mercado, sugieren la deslocalización de las empresas, los despidos masivos y las contrataciones a la baja en países de segunda fila más fácilmente explotables.

Sobre este deshumanizado escenario, la realizadora despliega un sutil ejercicio narrativo que desmonta las falacias de un estilo de vida tan implacable como absurdo. Esa vida que discurre mientras hacemos otros planes o nos afanamos por conservar instantes que solo apreciaremos en su justa medida una vez que hayan pasado. “¿Eres algo feliz aquí, al menos?”; “¿para que vale la pena vivir?”… Las preguntas que Ade pone en boca de su excelente dúo de intérpretes son solo la punta de un gran iceberg, hecho de lazos rotos y valores perdidos, que vaga sin rumbo impulsado por la apatía, el desapego y la incomunicación.

Mejor película europea de 2016 –incluidos director, guión, actor y actriz–, Toni Erdmann enmascara tras una sonrisa uno de los dramas más comunes de nuestras sociedades occidentales. Lo cual no significa que su excéntrico portavoz sea tonto. Ni siquiera se lo hace. Mucho más peligroso –viene a decirnos esta magnífica cinta– es pasarse de listos. .

FICHA TÉCNICA

Título original: Toni Erdmann

Guión y dirección: Maren Ade.

Fotografía: Patrick Orth.

Producción: Maren Ade, Jonas Dornbach, Janine Jackowski, Michel Merkt.

Intérpretes: Peter Simonischek, Sandra Hüller, Michael Wintenborn, Thomas Loibl, Trystan Pütter, Ingrid Bisu, Hadewych Minis, Lucy Russell, Vlad Ivanov, Victoria Cocias.

Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva. Ver sumario

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