La Iglesia en salida del Pacífico nariñense

Los laicos, clave de la evangelización en Roberto Payán

Existen dos formas de llegar al municipio de Roberto Payán –en el Pacífico nariñense– desde el puerto de Tumaco. Por vía marítima el trayecto dura aproximadamente ocho horas y la mayor parte del recorrido se realiza a través de los meandros de los ríos Patía y Telembí. Por tierra es necesario llegar primero hasta Barbacoas, por la vía Junín, y realizar el último tramo en lancha, durante 40 minutos. Si no hay contratiempos en la carretera –notablemente deteriorada– esta ruta también representa unas ocho horas de viaje.

La distancia y las dificultades para acceder al municipio, en el piedemonte costero, son directamente proporcionales al olvido del Estado. “A pesar de la riqueza de su gente, y de su espectacular fauna y flora, esta es una región que ha sido muy olvidada”, lamenta el padre Alfredo Cuero Montaño, párroco desde hace un año, el mismo tiempo que lleva de ordenado.

El apogeo de los cultivos ilícitos y del extractivismo ilegal son fruto de esta prolongada ausencia. “Se calcula que en Roberto Payán el 94% de los cultivos son de coca y el resto son cultivos de pancoger –dice el sacerdote– a pesar de algunos esfuerzos por promover la siembra del cacao y del arroz que, sin embargo, no han prosperado debido al narcotráfico”. El padre Cuero también es enfático al denunciar el daño ambiental que genera la minería a cielo abierto, patrocinada por grupos al margen de la ley, y sus nefastas consecuencias en la salud de las comunidades ribereñas: “nuestra gente se está enfermando con las sustancias que contaminan las aguas de los ríos Telembí y Patía, especialmente con mercurio”.

De acuerdo con el religioso, el narcotráfico, las bandas criminales (Bacrim), la corrupción y el olvido “son flagelos que hacen que el pueblo viva en una situación de permanente tensión”, generando también desplazamientos masivos, como consecuencia de una incesante violencia, al tiempo que se constata el auge de una “economía superficial” que destruye la vida de los mismos habitantes. El incremento del consumo de sustancias psicoactivas y de la prostitución, por ejemplo, impacta particularmente a los más jóvenes. “La prostitución está aumentando de una forma desequilibrada, involucrando a jóvenes nativas y a otras provenientes de distintas regiones”, alerta el padre Cuero.

La fe del pueblo negro

“El pueblo negro vive su fe arraigada al sentimiento”, asevera el párroco de Roberto Payán, Alfredo Cuero. “Su fe se vincula a su música y sus ancestros, sus velorios y chigüalos, sus procesiones y novenas al Señor de los Milagros, a San Antonio y a la Virgen”. En su misión pastoral la Iglesia tumaqueña ha afirmado la necesidad de “aterrizar la teología” e “inculturar el Evangelio” para que la ‘Buena Nueva’ responda a la realidad del pueblo y a su invaluable riqueza cultural, que también precisa ser evangelizada.

 

 

Con los olvidados

En este escenario, la acción pastoral de la Iglesia católica es un testimonio vehemente del imperativo de la “Iglesia en salida” insistentemente pregonada por el papa Francisco, al servicio de los más pobres, aquellos que han sido olvidados en las márgenes existenciales, geográficas e históricas de un país que se debate entre la paz y la guerra.

“No podemos minimizar la pastoral. Tenemos que seguir luchando por la evangelización de estos pueblos y por sus derechos humanos –afirma el párroco–. Esta ha sido una región muy azotada por toda clase de males, donde se han cometido todos los atropellos y las atrocidades que uno se pueda imaginar. Pero la Iglesia siempre ha estado aquí”.

La parroquia de San José Obrero acompaña a cerca de 23.000 personas que habitan el municipio, 7.000 de las cuales viven en la cabecera municipal y el resto se ubica en las distintas veredas que se extienden en 1.342 km2 de bosque tropical, entre planicies y pequeñas colinas, donde abundan los ríos y las lagunas.

Como ocurre en la mayor parte de las jurisdicciones eclesiásticas misioneras –en el Amazonas o en los Llanos orientales, por ejemplo–, las condiciones sociales, económicas y geográficas de Roberto Payán son un auténtico desafío a la misión pastoral de la Iglesia.

Otras limitaciones devienen de la escasez de misioneros –sacerdotes, religiosos y laicos–, hombres y mujeres dispuestos a entregar su vida al servicio del Evangelio en lugares remotos, la denominada misión ad gentes que, para el caso del municipio nariñense, únicamente cuenta con la presencia de un sacerdote, su párroco Alfredo Cuero.

¿Cómo puede pastorear un solo presbítero un rebaño tan vasto, diseminado entre ríos y cañadas, a lo largo de 73 distantes veredas? “Mi estrategia para acompañarlos es a través de los catequistas que se encuentran en cada una de las veredas. Ellos y ellas celebran la liturgia con sus comunidades. En realidad, cuento con un excelente equipo de laicos”, comenta el sacerdote, quien semanalmente se desplaza a una o dos veredas para escuchar, compartir, confortar y animar a sus parroquianos.

No estamos solos

Alfredo Cuero, párroco de Roberto Payán

“No estamos solos en esta misión”, asegura el padre Cuero, refiriéndose también al apoyo permanente y a la experiencia de comunión con la diócesis. Los encuentros de formación pastoral por vicarías y el apoyo de la pastoral social de la diócesis de Tumaco, a través de sus programas de intervención a favor de la cultura de la no-violencia, del desarrollo sostenible y de los derechos de las comunidades campesinas, indígenas y afro, son ampliamente valorados. Estas acciones formativas configuran auténticos espacios de empoderamiento y participación eclesial que, además, se sitúan en consonancia con el proceso diocesano de renovación y evangelización.

No obstante, para continuar avanzando en la tarea evangelizadora y acompañar más cercanamente al pueblo de Dios, la parroquia San José Obrero se esfuerza por conseguir recursos para adquirir una lancha con un motor 15 HP y crear una emisora comunitaria. “Más que un gasto, son una inversión para que, como Iglesia, podamos llegar a los más necesitados. La parroquia carece de un medio de transporte propio. Por otra parte, con la emisora podríamos contribuir a la formación de la gente, desde el reconocimiento de sus valores culturales, como se viene haciendo con la Radio Mira, que ha sostenido la evangelización del pueblo tumaqueño”, argumenta el párroco.

Compartir