Reforma litúrgica elevada al cubo

Jesús Sánchez Camacho, periodistaJESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista

Annibale Bugnini, secretario para la Congregación de Ritos y uno de los principales impulsores de la reforma litúrgica en el Concilio, acababa de publicar una nota de prensa advirtiendo de los excesos en la renovación del culto católico. Y, el 14 de enero de 1967 (VN, nº 557), un artículo de José Luis Martín Descalzo reclamaba otro comunicado, pero sobre los excesos de los anticonciliares.

Hace unos meses, el cardenal Robert Sarah resucitaba fantasmas del pasado planteando para Adviento una “reforma de la reforma”, en la que los presbíteros volvieran a celebrar la Eucaristía de espaldas a la asamblea.

Pasado el Adviento, este gesto ha brillado por su ausencia. Y no solo debido a la automática desautorización de Federico Lombardi y al reciente libro de Antonio Spadaro, donde el Papa cataloga de error hablar de “reforma de la reforma” e interpreta esa “rigidez” litúrgica como consecuencia de un mecanismo de “defensa” e “inseguridad”.

Porque, aunque una minoría vuelva a plantear la liturgia preconciliar, ¿cuántos jóvenes abandonan los bancos de las iglesias por no descubrir la presencia de Jesús en las celebraciones eucarísticas? Como dijo el cardenal Lluís Martínez Sistach al celebrar el 50º aniversario de la Sacrosanctum Concilium, en la liturgia hace falta “un lenguaje más sencillo y comprensible” y, sobre todo, “algo más de corazón”. Una reforma de la reforma de la reforma.

Publicado en el número 3.019 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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