Reunidos por primera vez, los sacerdotes buscan una misma respuesta pastoral
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | A finales de diciembre, Madrid acogió la primera reunión de capellanes de los siete Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) que hay en España. Convocados en la propia sede de la Conferencia Episcopal por José Luis Pinilla, director del Secretariado de Migraciones, pudieron “contrastar y coordinar el trabajo pastoral” que realizan en los distintos CIE. Así lo cuenta a Vida Nueva Pedro García Casas, capellán del centro de Murcia.
Entre los puntos abordados “en torno a esta agónica realidad”, además de “presentarnos e intercambiar impresiones sobre qué asistencia desarrollaba cada uno de nosotros en los distintos centros”, García Casas detalla que se analizó en profundidad el convenio de colaboración para garantizar la asistencia religiosa en los centros para todos los internos que la reclamen, acordada en 2014 por Interior y el Episcopado.
Sobre la propia condición de los CIE, añade el capellán murciano, “pudimos constatar lo mucho que aún queda por recorrer. El punto nuclear en el que todos coincidimos fue el de luchar por lograr alternativas. Sin embargo, mientras estos existan, debemos velar por las personas retenidas allí, muchas veces de forma deplorable”.
Según su propia experiencia en el CIE de Murcia, García Casas denuncia que “es un drama que existan estos centros. Son verdaderos infiernos existenciales, reflejo de macroestructuras de pecado, llenas de injusticia e insolidaridad donde la sacralidad de la persona es devaluada y pisoteada por la sociedad del bienestar. Parece que en ella solo caben unos cuantos, que hace pagar un precio muy caro a los ‘hambrientos’ que vienen a por lo que les corresponde”.
“Desde esta visión –recalca–, las ‘fugas’ de los últimos meses no son más que un intento de supervivencia para salvar, no solo la propia vida, sino la de muchos familiares que quedaron atrás a la espera de saciarse con algunas migajas de pan de las que caen de la mesa de los ‘satisfechos’… Ante esta tragedia, me vienen aquellas interpelantes palabras en las que me incluyo: ‘¡Ay de nosotros los satisfechos!’”.
Publicado en el número 3.019 de Vida Nueva. Ver sumario
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