Francisco J. Ayala: cuando la ciencia es también fe

ilustración de Alfredo González en el libro El Génesis y la muerte

El prestigioso ‘darwiniano’ defiende el encuentro entre ciencia y religión frente a los “radicalismos”

Francisco J. Ayala, científico español

Francisco J. Ayala: cuando la ciencia es también fe [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Darwiniano eminente, Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) es uno de los grandes expertos mundiales en biología molecular y genética evolutiva. Honoris causa por la Universidad Pontificia Comillas, ocupa desde 1987 la Cátedra Bren de la Universidad de California-Irvine y es uno de los grandes defensores del encuentro entre ciencia y religión: “El científico no es menos científico por creer, es más”, afirma. “La fe no interfiere en el hecho de ser científico –añade a Vida Nueva. Puede ayudar porque la fe religiosa puede estimular la investigación científica”. Lo afirma quien mejor encarna la figura del “científico renacentista”, según lo definió The New York Times.

“Cada vez me siento mejor en este diálogo entre ciencia y fe –admite–. Mi visión de la cuestión es una metáfora: la religión y la ciencia son como dos ventanas distintas para asomarse y mirar el mundo. Y lo que se ve a través de cada una de estas ventanas es diferente. Pero solo hay un mundo”.

Lo aclara aún más: “La religión trata de la relación con Dios, con los seres humanos, con los valores morales. La ciencia, de la composición de la materia, de la evolución de los organismos, de la visión de los astros… Las cuestiones que interesan a una y otra son diferentes, pero es el mismo mundo. Y no tiene por qué haber oposición entre ellas”, añade. Según su visión humanista e interdisciplinar, “el problema viene cuando se quiere hacer interpretaciones científicas de materiales religiosos o se pretenden sacar conclusiones religiosas de la ciencia, como hacen los que se hacen llamar ahora los nuevos ateístas, que dicen que nada existe fuera del mundo material. Está claro que la ciencia no permite tales afirmaciones”.

Ya lo vino a decir con otras palabras, pero con el mismo sentido, en uno de sus libros imprescindibles: Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución (Alianza, 2007). “Deseo simplemente decir algo que es obvio, pero a veces queda oscurecido por la arrogancia de algunos científicos –escribió entonces–. Por exitoso y universalmente abarcador que sea su tema, una visión científica del mundo es desesperadamente incompleta”.

Ayala defiende que “la evolución es mucho más compatible con la fe cristiana, con la religión en general, de lo que solemos pensar” y advierte contra los creacionistas, especialmente en Estados Unidos, donde siguen aumentando: “El creacionismo tiene como problema que quiere tener la Biblia como un libro de ciencias, pero no lo es. Aunque eso ya lo decía san Agustín, que señalaba que la Biblia no nos trata de enseñar cómo es el cielo, sino cómo ir al cielo”.

Frente a cualquier fundamentalismo –religioso, pero también científico–, Ayala asume que la Iglesia católica anda en el camino correcto: “A través de la historia de la Iglesia, y más recientemente, por ejemplo, con los discursos del Vaticano argumentando a favor de la evolución y repitiendo, como ya hicieron Pablo VI y otros papas, que no hay que tomar como verdad el Génesis, como si fuera un libro de introducción a la ciencia”.

“Francisco es un regalo”

Sobre el papa Francisco –“a pesar de que todavía no se ha metido, al menos que yo sepa, en cuestiones científicas”–, señala que “es un regalo de Dios al mundo, un regalo muy especial. Casi todo lo que dice, o todo lo que dice, desde cualquier punto de vista, es extraordinario. A veces entra en cuestiones trascendentales en las que no estábamos acostumbrados a ver a un papa. Le tengo una gran consideración”.

Ayala vive desde 1961 en Estados Unidos, año en el que acudió a hacer el doctorado en Biología a la Universidad de Columbia. Sus numerosas publicaciones, su prestigio internacional como darwiniano y biólogo molecular, sus descubrimientos –el reloj molecular de la evolución, el origen de la malaria, entre otros muchos–, le han llevado, entre múltiples reconocimientos, a presidir la American Association for the Advancement of Science, o a ser doctor honoris causa en 23 universidades de diez países.

A propósito del Génesis y la creación del hombre y la mujer, añade una explicación definitiva: “El ejemplo más extremo de la Biología Evolutiva, o uno de ellos, es que aproximadamente el 25 por ciento de los embarazos acaban en aborto espontáneo en los dos primeros meses. Y eso es así porque el sistema reproductivo humano está mal diseñado. Si Dios hubiera hecho este sistema reproductivo humano, tendría que dar cuenta de veinte millones de abortos al año. Pero este sistema es el resultado de la evolución de un proceso natural que no es perfecto”, resume.

Ingeniería genética

Ante la alarma sobre la ingeniería genética y su difícil relación con la religión, Ayala anima a conocer a fondo de qué se habla en concreto, porque hay “una ingeniera genética que debería ser aceptable para la mayoría de las personas, sean cristianas o no, que es plenamente moral”. Y pone un ejemplo: “La ingeniería genética es un término que se usa para cosas muy dispares. Si tenemos una persona que sufre de anemia falciforme, que es una enfermedad muy común en las zonas tropicales de África, hoy en día es posible extraer células madres de los glóbulos rojos que están en la médula espinal e implantarlo de nuevo en esos enfermos, que son capaces nuevamente de producir hemoglobina normal. Y por lo tanto pueden sobrevivir”.

Y la cuestión acerca del próximo presidente de Estados Unidos es inevitable: “En el mundo de la política, cosas ridículas suceden, y contradicciones absurdas también. Ahí tenemos a Donald Trump. O la situación de desgobierno que ha vivido España. La vida política se presta al malentendido y a las malas consecuencias. Si Trump fuera a hacer las cosas que ha dicho, será una catástrofe para Estados Unidos y para el mundo. Pero también ha dicho muchas cosas contradictorias. Cómo va a comportarse es difícil de saber”.

ilustración de Alfredo González en el libro El Génesis y la muerte

Ilustración de Alfredo González en su nuevo libro

El Génesis, entre la ciencia y el cómic

El dibujante y maestro de ilustradores Alfredo González (Aller, Asturias, 1933), a sus 83 años, ofrece una versión personalísima del Génesis en 180 ilustraciones, incluidas las del epílogo, dedicado a la muerte en las culturas de las antigüedad. El Génesis y la muerte es el sexto título de la colección Osimbó y “el más difícil” entre los que ha editado Pedro Tabernero (Sevilla, 1951), al frente del Grupo Pandora: “Propone una perspectiva innovadora del Génesis, libro de los orígenes, de la vida y de la muerte, del bien y del mal”, según lo define.

Tabernero cree que es una “publicación atípica” para todos los públicos que hace hincapié en la vinculación entre religión y ciencia a partir del pasaje del Génesis más famoso: “Dios dijo: ‘Exista la luz’. Y la luz existió”. Ahí es donde inicia Alfredo –que fue estudiante de Filosofía y Teología con los dominicos de Villaba (Navarra) y estuvo a punto de ordenarse sacerdote– los treinta y cinco pasajes del Génesis a los que pone imagen con colores y trazos a lápiz y rotulador casi siempre violentos, a ratos más contenidos y dulces, con ese Dios –un anciano barbudo, con gafas, bonachón y escéptico, con una varita mágica, un lápiz a veces, en su mano derecha– creando el cielo y la tierra.

“Estos dibujos están hechos con humor, pero sin intentar molestar a nadie”, según el propio ilustrador. “No sé como definirlos –señaló–. Son como hojas volanderas”. Tabernero añade: “No es cómic, ni novela gráfica, ni libro de ilustraciones, sino un todo”. De hecho, el libro incluye dos breves ensayos sobre el Génesis: el del novelista Juan Bonilla (Jerez, Cádiz, 1966), titulado Un relato de terror, y el del poeta Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) –La muerte y su eterno dilema: ¿principio o fin?–, que da inicio a la visión de la muerte en las culturas antiguas, según Alfredo González. Y casi todas, ilustraciones a doble página y con el negro como color protagonista.

Publicado en el número 3.019 de Vida Nueva. Ver sumario

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