Fernando Sebastián: “Cuestionar ‘Amoris laetitia’ es casi insultante”

El cardenal urge a renovar la preparación de los matrimonios

Fernando Sebastián, cardenal arzobispo emérito de Pamplona y de Tudela

El cardenal Sebastián en una imagen de archivo

JOSÉ BELTRÁN | Un día después de cumplir 87 años, el cardenal Fernando Sebastián demostró que el ímpetu y las propuestas no se agotan con la edad. “Decir que Amoris laetitia no es magisterio papal es casi insultante”, sentenció en el arranque de una conferencia en el Instituto Teológico de Vida Religiosa en Madrid, el 15 de diciembre, que sirvió para presentar su libro Diez cosas que el papa Francisco quiere que sepas sobre la familia (Publicaciones Claretianas).

El cardenal emérito de Pamplona reflexionó que “si la familia está en un proceso de grave deterioro, la Iglesia tiene que reaccionar profundamente”.
En esta línea, Sebastián afirmó: “Que el 90% de quienes se casan por lo civil sean personas bautizadas implica una cierta deserción de la Iglesia. Por eso es urgente y apremiante actuar”. Para ello, reclamó una mejor preparación cristiana del matrimonio: “No es ofender a nadie decir que el estudio del matrimonio cristiano ha estado más en manos de canonistas y moralistas que de teólogos. La teología de la familia está bastante empobrecida, se puede enriquecer más”.

Además, propuso “renovar la fórmula del sacramento del matrimonio, porque parece muy laica. Podríamos utilizar algo más expresivo y sacramental, que refleje la entrega de Jesucristo por la humanidad. Yo plantearía especificar, como en el sacramento de la confesión o en el bautismo: ‘Vosotros, ¿en nombre de quién os casáis?’”.

“Nadie puede ser condenado eternamente”

Sobre el capítulo VIII de la exhortación, donde se aborda la cuestión de los divorciados vueltos a casar, mantuvo que “nadie puede ser condenado eternamente”.

Apuntó que Amoris laetitia mantiene la indisolubilidad del matrimonio y recoge la doctrina de la Iglesia sobre situaciones atenuantes y eximentes. “Pero puede haber personas que se han divorciado, que han vivido una serie de años en una segunda unión y que en un momento determinado quieren recomponer su vida y volver a la Iglesia”, ejemplificó, para subrayar que es “el confesor el que tiene que discernir si esa persona tiene un verdadero arrepentimiento. Si tiene un verdadero arrepentimiento, merece la absolución”.

Y se lanzó a sí mismo una pregunta: “¿Hasta dónde llega la voluntariedad y la sinceridad del propósito? No se puede juzgar en general, solo se puede mirar en cada caso”.

Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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