‘El don de la vocación presbiteral’, filtros y más filtros para los seminaristas de hoy

ordenación como sacerdote de un seminarista de los Legionarios de Cristo

La hoja de ruta para la formación de los sacerdotes subraya la exigencia de un escrutinio “serio” de candidatos

ordenación como sacerdote de un seminarista de los Legionarios de Cristo

JOSÉ BELTRÁN | No ha sido flor de un día, en tanto que en el documento ha participado todo aquel que quisiera contribuir en la reflexión sobre la formación de los sacerdotes del siglo XXI. Después de tres años de trabajo a partir de un primer borrador con billete de ida y vuelta por dicasterios, nunciaturas, conferencias episcopales, formadores y expertos varios, la Congregación para el Clero publicaba el día de la Inmaculada El don de la vocación presbiteral, la Ratio fundamentalis que actualiza la aprobada en 1985.

“Se trata de que los seminarios puedan formar discípulos y misioneros ‘enamorados’ del Maestro, pastores con ‘olor a oveja’”, señala la guía de 92 páginas. Sin descanso. 24 horas. Lo dijo el Papa hace unos días ante un grupo de seminaristas. Con el teléfono encendido junto a la mesilla de noche. Con esta impronta bergogliana que exige una conexión permanente con la realidad adelantada por Vida Nueva (VN, nº 3.014), se desarrolla un texto que subraya cómo “los futuros presbíteros deben ser educados de manera que no caigan en el ‘clericalismo’, ni cedan a la tentación de orientar la propia vida hacia la búsqueda del aplauso popular, considerando a la Iglesia como una simple institución humana”.

Esta colegialidad manifiesta en su elaboración se palpa en la cierta libertad de acción, que no libre albedrío, que se ofrece a episcopados y diócesis para aplicar la Ratio como marco general. A las conferencias episcopales se les encomienda aterrizar este marco en la realidad de cada país a través de una Ratio nacional de obligado cumplimiento en cada país, pero que deje margen de maniobra para que cada seminario la adapte a su situación concreta. El deseo de trabajar a una para promover nuevos candidatos lleva a proponer en la Ratio la creación de único centro de pastoral vocacional diocesano en el que se integren el clero diocesano y otras realidades eclesiales desde la unidad y la cooperación.

Estudiar la idoneidad

Eso sí, donde no hay capacidad negociadora es en el “escrutinio” de los candidatos. Pastoral de máximos en humanidad, espiritualidad y discernimiento. Aquello de “muchos los llamados…”. Los casos de abusos sexuales, las lagunas afectivas o la tentación de reclutar para evitar un déficit vocacional le han salido demasiado caro a la Iglesia. A toda la Iglesia. Hablar de casting puede resultar frívolo o utilizar “selección de personal” podría otorgarle un cariz empresarial que despreciaría la vocación y el apasionamiento por Jesús que hay detrás de cada “sí” al sacerdocio. Sin embargo, que uno y otro término sirvan para hacerse a la idea de que urge contar con las máximas garantías y exigencias que permitan valorar la competencia y madurez de quienes se sienten llamados a pastorear la comunidad de creyentes, puede evitar nuevas y desgarradoras heridas en la comunidad eclesial. Casting, selección o escrutinio. La clave está en que se aplique.

Una y otra vez se hace hincapié en la exigencia de “un serio discernimiento”, de “condiciones imprescindibles”, de un estudio profundo de la “idoneidad para el ministerio presbiteral”, de asegurarse de que gozan de óptima salud física y psíquica… Filtros y más filtros. En cada fase, desde el seminario menor a la admisión a órdenes. Para que se apliquen. Y funcionen. Para interrumpir el proceso cuando sea preciso. Para evitar los coladeros de aspirantes que saltan de un seminario a otro. Para que quien ocupe el despacho parroquial o suba al altar sea servidor de todos y no a la inversa.

Antes de ser ordenado. Pero también después. La formación permanente se traduce como imperativo vital. Para evitar que ese enamoramiento inicial se adormezca o se pierda. Las ya célebres enfermedades de la Curia denunciadas por el Papa se traducen en la Ratio en amenazas reales en el día a día del sacerdote: la experiencia de su debilidad, el riesgo de sentirse funcionario de lo sagrado sin corazón de pastor, la atracción del poder y la riqueza, el desafío del celibato, el cansancio, la enfermedad…

Ante a este diagnóstico, una receta común: “El presbítero no deberá aislarse”. No a la soledad, sí a la comunidad: al encuentro con su parroquia y a los lazos de fraternidad con los demás curas, a la dirección espiritual, a la confesión, a los ejercicios espirituales con sus compañeros… Solo creando una red de redes que amortigua, sostiene y vela, el sacerdote no se lanzará al vacío cuando toque dar un triple salto mortal, de esos que pone la vida un día sí y otro también.

El plan de estudios evoluciona también en esta línea, para reforzar la etapa propedéutica como obligatoria, integrando el mundo digital, incrementando las experiencias de vida cotidiana y potenciando la formación humana, desde una equilibrada autoestima y una sexualidad “bien integrada”. Mujeres, consagrados y laicos también entran en los seminarios, como punto de referencia de especialistas en distintas materias, parte de esa comunidad que luego integrarán. Desde ahí, se invita a prestar especial atención a los procesos de formación de los migrantes y quienes han descubierto “la llamada al sacerdocio ministerial en edad más avanzada”.

De una mirada a la Ratio también se desprende que no se buscan curas cortados por el mismo patrón, con respuestas de manual con “una obediencia meramente exterior y formal a principios abstractos, sino que es llamado a actuar con una gran libertad interior”. Aquí, de nuevo, la importancia de los procesos y el acompañamiento que lleve al seminarista a “interrogarse críticamente sobre el camino recorrido, su condición actual, sus propias opciones y su futuro”.

Un futuro que pasa por hacer suya “la mirada del Buen Pastor, que busca, acompaña y guía a sus ovejas, lo conducirá a una visión prudente y compasiva”. Este es el espíritu que rige esta Ratio fundamentalis, que no es otro que el de Amoris laetitia y Evangelii gaudium. Queda escrito y promulgado.

Ni líderes ni gestores

“Para ser un buen sacerdote, además de haber superado todos los exámenes, es necesaria una comprobada maduración humana, espiritual y pastoral”. Con estas palabras, el cardenal prefecto de la Congregación para el Clero, Beniamino Stella, subraya la importancia que la nueva Ratio da a la formación integral de los seminaristas. En una entrevista a L’Osservatore Romano, Stella dibuja el perfil del presbítero hoy: “No es el hombre del ‘hacer’, un líder, un gestor de lo religioso o un funcionario de lo sagrado; es un discípulo enamorado del Señor, cuya vida y ministerio se fundan en la íntima relación con Dios y en la configuración con Cristo Buen Pastor”.

Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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